Seis años antes de que su cuerpo fuera descubierto en la cama de su casa de Brentwood, en 1962, Marilyn casi muere en circunstancias aún más miserables, por una sobredosis de heroína, aunque ese día fue salvada por la intervención de un detective privado.
Por Clarín
La historia se cuenta en una biografía recién publicada sobre Fred Otash, primer policía de Los Angeles y luego investigador privado, famoso en su momento por resolver los casos de estrellas de Hollywood. El volumen, citado por el Daily Mail, se titula “The Fixer’, Moguls, Mobsters, Movie Stars, and Marilyn” y fue escrito por Josh Young y Manfred Westphal.
Un extracto del volumen, publicado en exclusiva por el tabloide, cuenta la historia de cuando fue el propio Otash quien localizó a la conocida actriz, de la que no se sabía nada desde hacía días. Una ausencia que había preocupado mucho a los estudios para los que trabajaba.
Drogada en un motel en ruinas
Después de una serie de investigaciones, descubrió que se alojaba en un motel en ruinas en Santa Bárbara. A su llegada, Otash consideró realizar una incursión, pero se encontró ante un dilema. Al final, Marilyn era una mujer adulta, responsable de sus propios actos.
Si quería refugiarse en un motel con algún hombre que le gustara, era libre de hacerlo. Y obviamente ningún detective tenía el derecho legal de entrar a su habitación y esencialmente llevarla de regreso al estudio de cine en contra de su voluntad.
Pero al final decidió correr ese riesgo: sabía bien que los estudios tenían un enorme poder sobre sus actrices, incluida Marilyn. Y que estaba seguro de que ella no iría a la policía a denunciarlo, arriesgándose a un escándalo que socavaría su reputación.
Luego llamó a la puerta fingiendo que había una entrega. Al otro lado de la puerta respondió un hombre. La puerta se abrió: frente a el estaba un heroinómano en calzoncillos y detrás, acostada en la cama, Monroe desnuda e inmóvil, en posición fetal. Alrededor, informa el libro, agujas, jeringas y otros accesorios para drogas esparcidos por la habitación.
Después de comprobar rápidamente su pulso, aunque se había desmayado, todavía estaba viva. Cubrió el cuerpo con una sábana, limpió todo a su alrededor para no dejar rastros y decidió subir al hombre a un autobús con un billete de ida a San Francisco, diciéndole que no contara nada.
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