Cómo engañar a tu cerebro para hacerle creer que comes chocolate con estos dos ingredientes

Cómo engañar a tu cerebro para hacerle creer que comes chocolate con estos dos ingredientes

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Sin duda es uno de los alimentos más estudiados por la ciencia, uno de los más consumidos y también uno de los más adictivos. Pero la cantidad de calorías, algunas de sus grasas y, para qué negarlo, su precio, no siempre permiten comer chocolate del bueno. Sin embargo, hay una forma de sustituir este vicio con dos alimentos que, químicamente, engañan a nuestro cerebro para hacernos creer que estamos comiendo chocolate: uvas y cacahuetes.

Por La Razón





Esto se debe a varios factores. El primero de ellos tiene que ver con las similitudes entre el cacao y el cacahuete: ambos son semillas comestibles y sus procesos para llevarlos a la mesa son semejantes. Ambos se dejan secar, se tuestan y a menudo se mezclan con otras sustancias para darles un sabor más profundo. A eso hay que sumarle las grasas y los aceites propios de cada una de estas semillas.

Pero la clave está en la química: el chocolate tiene tres aldehídos que colaboran en su aroma. Se trata de 2-metilpropanal, 2-metilbutanal y 3-metilbutanal y se obtienen durante el tostado de los granos de cacao a partir de aminoácidos, que determinan su estructura. Y lo mismo ocurre con el cacahuete que cuenta con altas concentraciones de los mismos aldehídos y contribuyen significativamente en su sabor.

Pero esto no es suficiente para imitar el sabor del chocolate. Compartir ciertos compuestos químicos y una procedencia similar facilita su uso común y por ello los cacahuetes y el chocolate se complementan muy bien, pero no le basta al primero para simular las características del segundo. Allí es cuando entran las uvas.

Hemos probado con diferentes tipos de uvas y las que mejor se comportan son las rojas, por su acidez, dulzor y química. En estos tres productos estamos hablando de más de 2.000 compuestos volátiles, que van desde ésteres, alcoholes, aldehídos, cetonas y terpenos volátiles. La suma de todos ellos es lo que da el sabor y el aroma distintivo de cada alimento.

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