El metro de Nueva York se llena de vendedoras ambulantes: el único “trabajo” al que pueden llevar a sus hijos

El metro de Nueva York se llena de vendedoras ambulantes: el único “trabajo” al que pueden llevar a sus hijos

Una mujer vende caramelos y otros artículos en una estación de metro de Nueva York el 18 de agosto de 2023 en Nueva York. SPENCER PLATT (GETTY IMAGES)

 

Valeria está medio escondida detrás de una columna en la estación de metro de Broadway Junction en Brooklyn, Nueva York. Mientras prepara una porción de piña con jugo de limón y chile en polvo, servida en un vaso de plástico, la vendedora ambulante de origen ecuatoriano cuenta que lleva ocho meses vendiendo frutas en distintas paradas del metro de la ciudad. Sabe bien que lo que hace es ilegal —ha recibido cinco multas por ello, de 100 dólares cada una, y acabó presa en una ocasión— pero asume el riesgo cada día porque es la única forma que ha tenido de ganar algo de dinero desde que llegó a la ciudad tras haber emigrado de su país natal. “Estoy aquí por necesidad, porque tengo detrás una familia por mantener. Mis dedos están llenos de ampollas de cortar y preparar la fruta y andar con todas las cosas de lado a lado, pero este sacrificio es por mis hijos”, susurra la ecuatoriana de 28 años entre el rugido de los trenes que pasan a su alrededor.

Por El País





Los hijos a los que se refiere son dos que siguen en Ecuador y su bebé que nació en Nueva York hace un año cuando llegó a la ciudad junto a su esposo. Aunque no tiene consigo a su bebé este martes de finales de junio, Valeria, quien rogó que no se usara su nombre real por miedo a ser detenida o incluso deportada, cuenta que en muchas ocasiones ha tenido que cargar con el niño a su espalda mientras trabaja porque no ha tenido quién lo cuidara. Como ella, de los más de 200.000 migrantes que han llegado a Nueva York en los últimos dos años, muchos han recurrido a la venta ambulante de frutas y dulces en las estaciones del metro y los parques públicos. Lo hacen porque es el único trabajo en el que pueden llevar a sus hijos consigo, ya que no tienen dónde ni con quién dejarlos.

De hecho, ocho de cada diez vendedores migrantes cuentan que si no fuera porque no tienen quién les cuide los hijos, buscarían otras opciones de trabajo. Eso es según una encuesta publicada esta semana y llevada a cabo por Algún Día, una iniciativa que nació el pasado enero para evaluar y atender las necesidades de esta comunidad de vendedores. Entre marzo y mayo, los voluntarios de Algún Día, en su mayoría trabajadores sociales, encuestaron a 75 vendedores migrantes con niños a través de la ciudad de Nueva York y encontraron que el acceso al cuidado infantil es una de las principales barreras a las que se enfrentan madres y padres migrantes a la hora de conseguir empleo.

Es por ello que estas familias terminan vendiendo frutas y dulces en espacios públicos. Desde temprano en la mañana hasta las horas punta de la tarde, es habitual ver a mujeres migrantes con sus hijos moviéndose de estación a estación, empujando carretillas y neveras en las que almacenan fresas, uvas, sandía y otras frutas frescas, mientras buscan el andén más concurrido, pero también menos vigilado por las autoridades. Los niños, desde bebés hasta adolescentes, se mantienen cerca de sus madres. Algunos ayudan a vender también. Aunque de vez en cuando se ve algún hombre, las vendedoras son en su mayoría mujeres jóvenes. De hecho, el 34% de las personas encuestadas por Algún Día eran mujeres menores de 25 años y el 75%, como Valeria, procedían de Ecuador.

Estos vendedores no cuentan con una red de apoyo en la que puedan apoyarse para cuidar a sus hijos, ya que dejaron muchos de sus familiares en sus países de origen y conocen a pocas personas en la ciudad. Además, estas familias viven en lugares donde no pueden dejar sus niños solos. El 31% de las personas encuestadas por Algún Día reside en uno de los más de 200 albergues para migrantes habilitados por la ciudad, donde no se les permite dejar a sus hijos sin supervisión. Y otro 32% comparte apartamento o habitación, muchas veces con personas que no conocen y a quienes no confían con el cuido de sus niños.

Lea más en El País