Aunque a simple vista llevaba una vida común y corriente, desarrolló una inquietante fascinación por la pureza racial y el canibalismo
En un pequeño pueblo llamado Almaty, de Kazajistán, el 15 de noviembre de 1952, nació un niño llamado Nikolai Dzhumagaliev. Su infancia fue aparentemente normal, como la de cualquier niño en aquel lugar. Jugaba, reía, y soñaba como todos los demás. Nadie podía imaginar que este niño, con el tiempo, sería conocido como uno de los asesinos en serie más infames de la ex Unión Soviética, llamado “Colmillo de Metal”.
Nikolai creció escuchando historias convencionales y absorbiendo las enseñanzas de sus mayores, sin mostrar señales de lo que más adelante sería su verdadero ser. Tras cumplir la mayoría de edad, se unió al ejército soviético, donde sirvió con diligencia.
Aunque a simple vista llevaba una vida común y corriente, dentro de su mente comenzaban a gestarse oscuros pensamientos y obsesiones. A través de los años, desarrolló una inquietante fascinación por la pureza racial y el canibalismo, los cuales se volverían las perversas motivaciones de sus crímenes futuros.
Un giro macabro
Una noche de 1979, Nikolai salió a caminar por las sombrías afueras de Alma-Ata, el nombre antiguo de la actual ciudad de Almaty. Sus pasos lo condujeron hacia su primera víctima, una joven mujer que caminaba desprevenida por las calles desiertas. Nikolai la acechó con una precisión escalofriante. Al llegar el momento, se abalanzó sobre ella, la violó, asesinó y desmembró con un cuchillo, y como el monstruo que ya había en él, se llevó partes de su cuerpo a casa para consumirlas.
Este primer asesinato no fue un acto impulsivo, sino el comienzo de una macabra serie de crímenes. Las jóvenes mujeres de la región comenzaron a desaparecer, y todas compartían un destino similar. Nikolai, conocido ahora como “Colmillo de Metal” por sus dientes metálicos que ganó tras un accidente, vio en el canibalismo una forma de llevar a cabo un perturbado ritual de pureza.
Dzhumagaliev atraía a sus víctimas, principalmente mujeres jóvenes, para posteriormente asesinarlas. Una vez consumado el crimen, desmembraba los cuerpos, los cocinaba, preparaba la carne humana y las comía. Esta serie de asesinatos y actos de canibalismo generó un profundo impacto en la comunidad local y en las autoridades encargadas de la investigación.
El terror se apoderó de Alma-Ata. Las mujeres dejaban de salir tarde y los hombres miraban con sospecha a cualquiera cerca de sus familias. Todos se preguntaban quién sería el monstruo que caminaba entre ellos. Mientras tanto, Nikolai perfeccionaba su método. Acechaba a sus víctimas, las llevaba a lugares aislados, repetía su brutal ritual, y calmaba su perturbada mente con cada cruel asesinato y cada tenebroso bocado.
La caída del monstruo
No fue hasta 1980 que la suerte de Nikolai cambiaría. Durante una de sus cazas, intentó asesinar a dos mujeres. Sin embargo, estas lograron escapar, causando una conmoción con su testimonio y dejando al descubierto al verdadero rostro del depredador. La policía, tras una rápida investigación, lo capturó. Fue declarado mentalmente incompetente y trasladado a un hospital psiquiátrico en Alma-Ata, donde permaneció ocho años. Este hombre había matado a siete mujeres en total.
Pero la paz no duró mucho. En 1989, en un acto que sacudiría nuevamente a la región, este asesino en serie escapó del hospital psiquiátrico, esparciendo el miedo entre la población. Finalmente, después de una intensa búsqueda, fue recapturado y devuelto a la institución, pero el daño a la tranquilidad pública ya estaba hecho.
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