En un mundo interconectado, la información fluye a una velocidad vertiginosa y el conocimiento está al alcance de la mano, resulta paradójico observar el auge de la soberana estupidez. Término, acuñado por el filósofo español José Antonio Marina, hace referencia a una forma de ignorancia deliberada, apatía intelectual, pereza mental y búsqueda de gratificación inmediata, factores que allanan el camino para la estupidez, que se complace en la superficialidad y rechaza el pensamiento crítico. La inteligencia y el análisis racional parecen haber cedido su lugar a un reinado de soberana estupidez.
Es hora de ponerle un alto a la hipocresía y manipulación que rodea al tema. El uso indebido de bienes del Estado, detención y privación de libertad, clausura de hospedajes y comercios a quienes apoyan una candidatura en particular; obstaculizar vías para estorbar actos de campaña, coacción, extorción e intimidación de ciudadanos. Proliferación de teorías conspirativas, difusión de noticias falsas y aceptación acrítica de cualquier información que confirme sesgo, para enumerar algunas ilegalidades, que luego interesados encubridores, enmascaran bajo el eufemismo de “protección al Estado” y/o “terrorismo de Estado”, solo para encubrir un acto incivil y aberrante; el irrespeto al ciclo de la integridad del proceso electoral.
Inaceptable rebuznar y luego disfrazarlo como un “deber de autoridad”. La autonomía del poder electoral implica el derecho a la igualdad de oportunidades para quienes participen en la contienda. La convocatoria electoral, desde el instante de su concepción, es única y con capacidad de desarrollo. Negar la protección legal y el derecho a elegir y ser elegido es una barbarie.
Los arbitrarios apelan a situaciones extremas como el peligro para la “seguridad del gobierno”. Sin embargo, la excusa representa una ínfima fracción de la verdad. La practican por conveniencia personal, partidista, presión política y social. Los políticos convertidos en bufones politiqueros, lanzan frases vacías de contenido, apelan a las emociones más básicas del electorado, propagando discursos de odio y división, sin ruborizarse ante la falta de lógica y el sinsentido de sus palabras. Es como si el talento, la observación fustigadora y reflexión decidieron tomarse vacaciones, dejando el escenario a merced de la soberana estupidez.
La intromisión electoral no es una solución a los problemas sociales. La pobreza, falta de educación y acceso a la salud son algunos de los factores que inciden en la decisión. En lugar de legalizar y facilitar la estulta oficiosidad, se debe enfocar en enfrentar la realidad y brindar apoyo al ciudadano en situación vulnerable.
Es tiempo para dejar de lado la agenda política perjudicial, nociva, delincuencial, y centrarnos en el país que grita cambio, que exige principios, moral y ética. La decisión del pueblo dejó de ser un embrión, está en pleno desarrollo, debe ser protegida, respetada y aceptada. La “intromisión electoral” atenta contra los Derechos Humanos, la Constitución y Leyes, y la vida misma, con lo cual, no debe ser tolerado bajo ninguna circunstancia.
Recuperar la sensatez y la cordura es posible. Decir ¡basta a la estupidez! y exigir un debate público basado en la razón, evidencia y respeto mutuo. La “soberana estupidez” no tiene cabida en una sociedad que aspire a un futuro próspero y justo. Es momento de tomar las riendas y construir una política basada en la inteligencia, el diálogo y la búsqueda del bien común.
Es el turno para defender la libertad y democracia. Salvaguardar, apoyar la obediencia a la integridad electoral, hoy, en situación precaria, para que los ciudadanos tomen decisiones libres e informados. No hay obstáculo que doblegue, ni institución que tuerza la decisión de cambio de una nación. ¡Basta de la estúpida intromisión en la disputa electoral!
@ArmandoMartini