Termino de leer, “Venezuela, en la antesala de la historia” (Ed. EJV Internacional, Panamá, Rep. de Panamá, 2024), escrita por el abogado, historiador, pulquérrimo exfuncionario del Estado venezolano y del sistema interamericano, pero sobre todo, patriota –y de los mejores– Asdrúbal Aguiar Aranguren, con liminar de José Rodríguez Itúrbe y epílogo de José Angel Ocanto.
Alguien, al ojear su índice, podría inclinarse a creer, que hablamos de una antología de ensayos, con temas, aparentemente inconexos. No es así. Hay un hilo conductor en las nueve monografías del libro, escritas con calidad de página a lo largo de los últimos 14 años.
“El diagnóstico preciso de lo venezolano -explica Aguiar- es condición sine qua non para lo propositivo en lo social-afectivo y después en lo político, para la recomposición y reconstitución democrática como experiencia de ciudadanía”.
No basta derrocar la narcotiranía que campea fueros en la Patria. “Ni vencerla en comicios relativamente justos, para que pueda retomarse el camino extraviado de la apertura económica” (…) “urge la cancelación del boceto mesiánico de república autoritaria y tutelar heredada de las espadas para atajar y corregir el decurso de la deconstrucción cultural y política que ha hecho presa de Venezuela”.
Expresión del mesianismo que censura Aguiar, es la Constitución de 1999, que ni siquiera fue escrita por venezolanos, porque Chávez, cipayo cromosómico, se la encomendó, a la medida de su narcisismo, a dos tarifados de la Universidad de Valencia, España. Me refiero a los neofranquistas de ese país, Roberto Viciano Pastor y Rubén Martínez Dalmau, quienes a partir de tal sinecura, fundaron franquicia como ghost writers constitucionales —igual a las cadenas de fast food que envenenan con comida basura a sus clientes. Para expandir su nefando Socialismo del Siglo XXI, el mismo Chávez, volvió a contratarlos -y pagarles, con dinero de todos los venezolanos– los proyectos de constituciones para Ecuador y Bolivia, cuando las naciones hermanas estaban desgobernadas por dos de sus compinches.
Aguiar, reflexiona en “La antesala de la Historia” alrededor de la siguiente cuestión liminar: Para la resurrección de Venezuela –la devastación ha sido tal, que no cabe la palabra reconstrucción– ¿Es necesaria la convocatoria de otra Asamblea Nacional Constituyente? El articulista tiene para sí, que hay asuntos más apremiantes. Mejor cabría derogar el adefesio constitucional de 1999 y retomar de manera temporal, nuestra Constitución de 1961. Ya habrá serenidad y paso firme, para reformar, enmendar o sustituir en su totalidad, esta última.
A lo largo del libro el autor documenta, con rigorismo histórico, episodios relevantes de nuestro pasado, pero además incorpora observaciones certeras sobre asuntos contemporáneos como lo son la inteligencia artificial y la membresía de la mal llamada Revolución Bolivariana, en las bandas internacionales del crimen organizado.
Hugo Chávez, antes de ascender al Poder, ya había actuado como cómplice necesario de la narcoguerrila colombiana. En específico, sirvió de “pitador” -así se les llama en el bajo mundo del hampa común a quienes suministran a los perpetradores, datos de última hora, sobre la ubicación de sus víctimas– en la matanza de ocho soldados venezolanos en Cararabo perpetrada el 25 de febrero de 1995, por el ELN. Es la primera vez en la Historia Universal, que el integrante de una banda internacional del crimen organizado ha accedido, junto a sus compinches, a la presidencia de república alguna.
Ignorar o silenciar tal circunstancia, impide un diagnóstico y tratamiento acertado de la tragedia compatriota. “Hemos visto disolverse nuestras costumbres constitucionales mostrándose sin pudor las relaciones del poder con el crimen y, al paso, ausentes de toda memoria, la maldad se nos relativizó”, concluye Aguiar en su libro.
Esperamos que cuando se publique la presente crónica, la empresa editora de “Venezuela, en la antesala de la historia” ya la esté ofreciendo para su lectura, a través de los correspondientes portales de la Internet. Es imprescindible leerla.
@omarestacio