Este 25 de julio se cumple un cuarto de siglo del evento de mayor importancia política, a nuestro modo de ver, de estos 25 años de gobiernos chavistas. Nos referimos al proceso llevado a cabo por Hugo Chávez, pasados apenas seis escasos meses desde que asumió la presidencia, para elegir a los 131 miembros de la nueva Asamblea Nacional Constituyente destinada a elaborar una nueva constitución, una artificiosa necesidad incentivada por él durante su campaña y que contó con seguidores destacados en el ámbito nacional, con la cual construiría un nuevo país. Una trascendencia que no podemos buscar, sin embargo, en la asamblea constituyente en sí misma, que no fue primigenia, originaria ni original, como tampoco en el texto constitucional, su obra magna, manipulada y degradada en múltiples ocasiones, de cuyo texto no se salva ni su empalagoso preámbulo, lleno de adjetivos ornamentales y enunciados ditirámbicos, como tampoco sus pomposos principios fundamentales vacíos de contenido y de aéreo significado. Y es que la relevancia de ese 25 de julio de 1999 tan sólo podemos encontrarla, una vez que nos damos cuenta de que la constituyente era tan solo un medio y el resto de la letra constitucional simple coreografía, en el cambio que se hace para alargar el periodo presidencial a seis años, (la constitución derogada del 61 establecía cinco) y permitir de paso la reelección inmediata, prohibida en la anterior, que además tiene aquí carácter indefinido, con lo cual es necesario concluir como ya ha lo hemos hecho en reiteradas ocasiones, que Chávez hizo un cambalache constitucional muy ventajoso, para eso sirvió la constituyente, con el cual pasó de ser un presidente electo por cinco años a uno que potencialmente lo podía ser de seis, de doce, de dieciocho años o hasta que el cuerpo aguante, como en efecto ocurrió.
Pero quizá lo más asombroso de esa fecha es que los venezolanos fueron a elegir a unos asambleístas guiados por unas normas electorales irritas que constaban oficialmente a la vista de todos en un documento denominado Bases comiciales publicadas en la gaceta o boletín oficial de Estado, y en una de las cuales, la Tercera, se establecía que para la elección de los constituyentes nacionales en todo el territorio venezolano, 24 en total, (del resto,104 serían escogidos en los estados y 3 en las comunidades indígenas) los votantes dispondrían de un máximo de 10 votos. Es decir, que un ciudadano solo tendría 10 votos para elegir 10 cargos ese día, lo que le impedía votar por los otros 14 en disputa. Esto se conoce en doctrina como “voto limitado” y es una causa de anulación de cualquier elección, al restringírsele a los ciudadanos su derecho pleno a votar por todos los cargos, (en la de la constituyente por los 24 representantes nacionales) y romper el principio de “un hombre igual a un voto, un voto igual a un hombre”, dando pie en el caso de Venezuela a un engaño electoral publicitado del que al parecer nadie se dio cuenta, no obstante, que tanto la Corte Suprema de Justicia como el Consejo Supremo electoral de entonces, tuvieron en sus manos el texto de dichas bases comiciales y tomaron decisiones sobre otros aspectos controvertidos de las mismas, sin referirse a tal discriminatoria circunstancia electoral, y sin que nadie desde la acera de enfrente, ni siquiera de entre los candidatos de la oposición que al final fueron los perjudicados, la impugnase o denunciase en forma alguna. Una estafa electoral, como dijimos antes, a la vista de todos y con la con la ley como bandera. Y esa es la única y verdadera dimensión y repercusión del proceso electoral del 25 de julio de 1999 cuyos efectos todavía persisten.
Las cuatro elecciones presidenciales subsiguientes del 2000, 2006, 2012 y 2013, una consecuencia de aquel proceso constituyente ideado y buscado por Chávez y todas ganadas por él, las tres primeras en vida y la última después de muerto, fueron la expresión de la voluntad de un pueblo entregado al magnetismo de Chávez, así como a sus manipulaciones y engaños de los que nunca, mientras él estuvo vivo, tuvo plena conciencia. Transcurridos doce años de su fallecimiento y con una elección presidencial el domingo 28 de este mes de julio que pudiera darle un vuelco a esta historia, el pueblo venezolano, ese que ya no es el mismo, sino otro, ese que se sacudió el embeleco que lo envolvía y que se despertó del sueño que lo adormecía, tiene ahora una cita con la historia, con la suya propia, y la oportunidad a pesar del ventajismo del gobierno y de sus amenazas, de dejar atrás estos veinticinco años de triste historia patria y de recuperar su dignidad y libertad. ¡Gloria al bravo pueblo!