El régimen de Nicolás Maduro se juega una ultima carta desesperado al enfrentarse a una derrota segura en las elecciones presidenciales del próximo domingo 28 de julio.
Se trata de evitar que los testigos de la Gran Alianza Nacional creada por María Corina Machado en favor de la candidatura de Edmundo González reciban sus credenciales para hacer respetar la voluntad popular en las votaciones.
La situación actual refleja un panorama devastador para los ocupantes de Miraflores, que han agotado sus recursos y estrategias en un intento por mantenerse en el poder.
Ahora quieren impedir el acceso de los testigos de la oposición a las mesas electorales agobiados ante la avalancha de votos en su contra que se les viene encima
Ante la disminución del apoyo popular, la oposición ha logrado reunir una amplia base de seguidores que exigen un cambio en el liderazgo del país.
Las recientes elecciones y encuestas muestran que la victoria opositora es inminente, lo que pone en jaque al gobierno y lo deja sin opciones viables para revertir la situación a su favor.
En esta última jugada política, el gobierno ha optado por mantener una postura desafiante y rechazar negociaciones con la comunidad internacional que le ofrece recibirlos si aceptan en paz su inevitable derrrota, lo que ha generado tensiones crecientes entre la población y en las instituciones.
Sin embargo, las probabilidades de éxito de esta última maniobra son escasas y las posibilidades de una transición de poder se vuelven cada vez más cerca.
Ante este escenario, es imperativo que el régimen evalúe las consecuencias de su obstinación y considere una salida dialogada que garantice la estabilidad del país y el respeto por la voluntad popular.
De lo contrario, la derrota final podría desencadenar una crisis política de proporciones inimaginables y poner en riesgo la paz y la estabilidad en la nación.