De habla pausada, el veterano embajador promete liderar un cambio que incluya negociaciones, la liberación inmediata de presos políticos y el retorno de millones de migrantes. Propone un nuevo pacto de convivencia social entre partidos, pueblo e instituciones, con menos insultos y más democracia.
Por Gustavo Ocando Alex / vozdeamerica.com
“De tapa, pasé a ‘frasco’ y ahora estoy metido en este lío”.
La frase, que ha versionado entre risas de sus simpatizantes en múltiples ciudades, como Maracaibo, ha servido a Edmundo González Urrutia para resumir graciosamente cómo pasó de ser una figura de entretelones de la oposición a su candidato formal a la presidencia de Venezuela.
Veterano diplomático retirado, de 74 años, González Urrutia era considerado hace tres meses un candidato “tapa” o de reserva de la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática mientras la coalición elegía a su aspirante definitivo al máximo cargo de elección popular.
Nació en La Victoria, en el estado Aragua, el 29 de agosto de 1949. Es especialista en Estudios Internacionales de la Universidad Central de Venezuela y culminó un máster en Relaciones Internacionales de la American University de Washington.
Fue embajador de Venezuela en Argelia durante la segunda presidencia del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez (1991-1993) y en Argentina entre 1998 y 2002, representando a los gobiernos de Rafael Caldera y el fundador del chavismo, Hugo Chávez Frías.
Fue director de un comité de planificación del ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela durante el período 1990-1991. Entre 1994 y 1998, dirigió la política internacional de la cancillería durante la presidencia del socialcristiano Rafael Caldera.
Además, se desempeñó como embajador de Venezuela en Argentina entre 1998 y 2002, en los primeros años del gobierno del fallecido presidente Hugo Chávez.
Vivió junto a su esposa, Mercedes López de González, en al menos siete países durante sus estudios y carrera diplomática, incluyendo Bélgica, Estados Unidos e Inglaterra.
Profesor, escritor y articulista, en lo absoluto era un político de alto perfil cuando la alianza de los partidos antichavistas anunció que lo inscribió a contrarreloj como su postulado presidencial en su tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), en abril de este año.
Se le conocía entonces como el enlace de las relaciones internacionales del bloque y sus análisis sobre temas geopolíticos solían correr entre la prensa local y extranjera.
Algunos lo llamaron outsider, otros un desconocido. Hoy, con un amplio apoyo popular a sus espaldas, aspira a presidir un nuevo momento político de su país.
La figura de la unidad opositora
La MUD lo abanderó por unanimidad hace poco más de 90 días, pero su nombre no era el primero, ni el segundo, tampoco el tercero, en la lista de posibles candidatos opositores.
En el tope, estaba María Corina Machado, dirigente de Vente Venezuela y ganadora de la primaria presidencial del antichavismo con más de 92 % de los votos, en octubre pasado.
Luego de que jerarcas del partido de gobierno juraron públicamente que Machado nunca sería candidata, las instituciones del oficialismo, como la contraloría y el poder electoral, confirmaron su inhabilitación para ejercer cargos públicos por 15 años.
Machado decidió postular en su lugar a Corina Yoris, una profesora y filósofa, de 80 años, promovida recién como miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. El Consejo Nacional Electoral bloqueó también su postulación, según la oposición.
El partido Un Nuevo Tiempo había inscrito en su tarjeta a su fundador, Manuel Rosales, antiguo retador electoral de Hugo Chávez, en 2006, y gobernador de la región con más votantes del país, Zulia. Pocas semanas luego, declinó a favor de González Urrutia.
Un político “honorable”, lo llaman
González Urrutia es considerado un hombre “respetable” en el mundo diplomático y ahora en lo político, según analistas. Su trato es cordial, incluso con adversarios.
Lo demostró en sus primeros días como candidato, cuando Antonio Ecarri, un aspirante disidente del chavismo y de la oposición, lo llamó “caucho de repuesto” y él terminó invitándolo a tomarse un café para conversar de asuntos políticos nacionales.
El fortín de su candidatura es María Corina Machado, considerada por analistas como la gran electora de este momento político en Venezuela. A veces sola, a veces con él, recorrió por tierra poblados y ciudades de los cuatro puntos cardinales de Venezuela para pedir a miles que apoyaran a González Urrutia, a quien llamó “honorable y honesto”.
Machado lo felicitó este jueves, en el cierre de su campaña, por haber dado un paso adelante para ser el candidato de las fuerzas democráticas de la oposición. “Fue la providencia quien hizo que un hombre con tu calidad humana, ética y profesional, con el apoyo de su familia, tomara esta decisión tan difícil”, le dijo al postulado opositor, ante la prensa.
María Alexandra Semprún, politóloga de la Universidad Rafael Urdaneta, comenta a la Voz de América que González Urrutia pasó de ser “un desconocido” a proyectarse como “un hombre comedido, que sabe respetar las formas” de la diplomacia y la alta política.
Sus características personales han ayudado a “equilibrar” el mundo político opositor y enviar mensajes “comedidos” a actores institucionales y factores políticos del chavismo, de acuerdo con el politólogo Piero Trepiccione, del centro de análisis Gumilla.
Se proyecta como “una persona ideal para encabezar un proceso de transición” en una Venezuela donde el chavismo seguirá teniendo mayoría en el resto de las instituciones públicas, indistintamente del resultado de la elección, asegura en conversación con la VOA.
González Urrutia ha sido una “herramienta” idónea para que la oposición se mantenga en su estrategia de participación político electoral, indica, alejada públicamente de los radicalismos que dicen ver Maduro y sus voceros dentro de la oposición.
En discursos y entrevistas, el dirigente opositor ha prometido que una de sus primeras medidas como presidente será la liberación de los más de 200 presos políticos que hay en Venezuela, de acuerdo con cifras de la ONG Foro Penal.
Promete despolitizar la fuerza armada, mejorar los salarios, promover la libre empresa y el libre mercado, reducir la inflación y eliminar la pobreza para favorecer el retorno de millones de venezolanos migrantes y refugiados en distintas partes del mundo.
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De habla pausada, González Urrutia suele mencionar la “reconciliación” entre los venezolanos como norte de su proyecto. Como su rival, Nicolás Maduro, pregona la “paz”. “Ya basta de amenazas e insultos”, dijo en junio.
Su imagen y retórica de abuelo bonachón contrastan con las acusaciones del chavismo de que se trata de un representante de “la extrema derecha” que pretende saquear el país y promover escenarios de violencia política luego de la elección del domingo.
En cambio, se ha declarado abierto a negociaciones políticas y amnistías, en un marco de justicia transicional e intolerancia con la corrupción.
Además, secunda que haya “mecanismos estrictos” de rendición de cuentas y auditoría en el Estado. Sin embargo, su objetivo principal es lograr “la libertad”, ha dicho, augurando un “cambio” en la política nacional no sólo para un sector, sino “para todos”.