En un barrio residencial del sector oriente de Santiago de Chile un grupo de venezolanos se agolpa tras una reja vigilada por policías que les impide el paso a la embajada de su país. Nicolás Maduro, en represalia contra el Gobierno de Gabriel Boric –el mandatario chileno de izquierdas fue uno de los primeros líderes internacionales en exigirle “transparencia de las actas y el proceso” y puso en duda su triunfo–, ordenó el lunes la salida de su personal diplomático del país. Su embajador, Arévalo Méndez, se retiró de la casona de Providencia gritando “¡Muera el fascismo!”. La medida extrema dejó a los más de 700.000 venezolanos que residen en el país sudamericano a la deriva.
Por El País
A 5.000 kilómetros de Caracas, la mayoría de los consultados para esta crónica teme dar su nombre o, incluso, la ciudad en la que nacieron para evitar que el régimen chavista los identifique. A cada uno de los que aguardan sin éxito renovar su pasaporte o conseguir un salvoconducto para regresar temporalmente a su país se les truncó la vida unos años atrás. Hoy, cansados de sentir impotencia, ven con desazón cómo el único pedazo de su tierra que tenían cerca se ha cerrado.
“Informamos que la embajada suspende indefinidamente todos los trámites por lo que citas de pasaporte, de AFP [Administradoras de Fondos de Pensiones], de visas y de documentos de viaje no serán procesados”, rezaba el comunicado de la embajada venezolana en Chile.
J. M. H., de 26 años, dejó sus estudios de arquitectura en Venezuela y se mudó a Chile hace seis años debido a la delincuencia. “A ti te mataban por un par de zapatos”, relata. Cuando llegó solo le pidieron demostrar que tenía 500.000 pesos chilenos (unos 500 dólares) en efectivo y una dirección. Su padre, en ese entonces, estaba instalado en Santiago, así es que entregó su domicilio. Por el alto coste de los estudios, se puso a trabajar inmediatamente y hoy ejerce como conserje en un condominio de edificios. Está regular y tiene un Rol Único Nacional (RUT), pero su pasaporte está vencido desde el pasado marzo. Pretendía viajar en diciembre a Venezuela por primera vez desde 2018 para enterrar el cuerpo cremado de su madre, fallecida tres años atrás.
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