La otra cara: “Desafío a la Verdad Electoral: ¿Se pueden falsificar las actas? por José Luis Farías

La otra cara: “Desafío a la Verdad Electoral: ¿Se pueden falsificar las actas? por José Luis Farías

En el vasto escenario de la política venezolana, donde la tragedia y la comedia se entrelazan con la misma facilidad con la que se entrelazan los intereses del poder y el clamor popular, nos encontramos hoy ante un momento que, por su magnitud, supera los episodios de turbulencia vividos durante los últimos veinticinco años. La oposición venezolana, que en otros tiempos se ha enfrentado a las más diversas pruebas de fuego y ha resistido con estoicismo a las acometidas del régimen, no solo tiene hoy la razón política, sino que posee una evidencia tan contundente que parece desafiar las propias leyes de la lógica y el sentido común.

El régimen de Nicolás Maduro, como si la política venezolana no hubiera alcanzado aún sus límites de absurdidad, enfrenta ahora una prueba irrefutable: más del 81% de las actas electorales copiosas y documentadas demuestran su derrota. Esta realidad, desafiando los esfuerzos por manipular el consenso, ha sido desentrañada gracias a la combinación de la tecnología moderna y la incansable determinación de la dirigencia opositora, en un esfuerzo que ha involucrado desde los más humildes testigos de mesa hasta los más altos líderes políticos. En tiempos en los que la evidencia de la verdad puede ser tan accesible como un clic, los ciudadanos venezolanos y del mundo entero tienen a su disposición, en los sitios web habilitados para tal fin, una verdad cristalina que no deja lugar a dudas.

El régimen autoritario, incapaz de enfrentar la aplastante evidencia que pone en tela de juicio su legitimidad, ha recurrido al uso desmedido de la fuerza, a la represión y a la persecución de la protesta pacífica como únicas armas en su arsenal. En esta cruzada, donde la verdad se presenta con tal contundencia, el intento de contradecirla se manifiesta en la brutalidad, en la tentativa de silenciar a aquellos que claman justicia. Esta realidad ha sido acentuada por la imposibilidad de construir una falsificación creíble, un empeño que no solo es casi imposible de lograr, sino también de creer.





La paradoja venezolana se refleja en este conflicto: mientras la oposición presenta pruebas irrefutables que parecen desafiar la misma esencia de la corrupción institucional, el régimen en el poder apuesta a la violencia y a la tergiversación como estrategias de supervivencia. En esta odisea, el desafío de construir una falsificación convincente de los resultados electorales se presenta como una tarea titánica, destinada al fracaso, tanto en la ejecución como en la credibilidad.

En última instancia, el contraste entre la evidencia concreta y la represión desesperada subraya una verdad innegable: la razón política, hoy en manos de la oposición, se enfrenta a un régimen cuyo principal recurso es la violencia, desbordando las fronteras de la democracia y la legalidad. En esta lucha, la verdad se manifiesta no solo como un principio abstracto, sino como una fuerza tangible que enfrenta la sinrazón del poder con una claridad que, esperemos, prevalecerá. La inviolabilidad del voto, la seguridad electoral en el CNE está sobre la mesa.

¿Es posible falsificar o manipular un Acta de votación del CNE?

En un mundo donde la desconfianza se ha convertido en moneda corriente, y donde cada elección es un campo de batalla en el que se enfrentan no solo candidatos, sino también narrativas y temores, surge la pregunta inevitable: ¿es posible falsificar o manipular un Acta de máquina de votación del Consejo Nacional Electoral (CNE)? Para abordar esta cuestión, es preciso adentrarse en el laberinto de elementos de seguridad que rodean este proceso electoral, que se erige como un bastión contra la manipulación y el fraude.

La oportunidad de detectar cualquier saboteo o hackeo al sistema se perdió el 29 J cuando fue suspendida la Auditoria de Telecomunicaciones al menos con la participación de los técnicos de los partidos, los expertos exhustivamente han señalado, (tal cual lo establece la norma) que dicha auditoría debía realizarse en caliente, ya luego carece de sentido. Finalmente la Auditoría de ADES que verifica la confiabilidad de los datos del elector precargados en cada máquina también fue suspendida. Hasta hoy y desde lunes el CNE permanece prácticamente cerrado, se ha ordenado a todo su personal incluso directores que permanezcan en sus casa y se restringe al acceso a las sedes y galpones de Mariches a un limitado número de funcionarios y/o personas

Las Actas de Máquina del CNE no son simples documentos; son el resultado de un meticuloso diseño de seguridad. Su papel, impregnado con una marca de agua única, se convierte en un símbolo de autenticidad. A esto se suma un código QR, que no solo refleja el contenido del acta, sino que también garantiza la trazabilidad de los resultados. La inclusión de un HASH y una firma electrónica, ambos únicos para cada Acta y Máquina, refuerzan aún más esta estructura de defensa. Así, se presenta un sistema que, a primera vista, parece blindado contra cualquier intento de falsificación.

No obstante, la fortaleza del sistema electoral no radica únicamente en estos elementos aislados. La interdependencia entre las máquinas, las Actas, los comprobantes de votación y los cuadernos de votación crea un entramado complejo que se sostiene sobre la transparencia y la verificación ciudadana. La Verificación Ciudadana, que audita el 51% de todas las urnas del país, es un mecanismo fundamental para garantizar la correspondencia entre los comprobantes depositados y las Actas generadas. En este sentido, la auditoría se convierte en un baluarte contra la manipulación.

Es imperativo destacar que la AUDITORÍA de Verificación Ciudadana Fase 2, prevista para el 4 de agosto, ha sido suspendida. Esta auditoría, que abarca el 51% de las mesas de votación, es crucial para la transparencia del proceso electoral. El sorteo aleatorio de estas máquinas se realizó la noche del 28 de julio, tras el cierre de las mesas. De acuerdo con los procedimientos, dicha muestra debe encontrarse bajo el resguardo del Plan República, junto con todo el material de las demás mesas. El Plan República y los 100,000 efectivos de las FANB, que estuvieron presentes durante los escrutinios y auditorías, se constituyen como los guardianes de la voluntad soberana del pueblo venezolano, expresada en las cajas que ahora custodian.

Al analizar la experiencia reciente, donde se han auditado aproximadamente 15.000 mesas de las 30.026 existentes, se evidencia que cualquier intento de manipulación tendría que haberse realizado “en caliente”, es decir, en el mismo instante del proceso electoral. La lógica es aplastante: si en estas 15.000 cajas auditadas no se reportó ningún resultado discrepante, la abrumadora tendencia de votos a favor de Edmundo González ya fue validada y corroborada el 28 de julio. Las firmas y huellas digitales recogidas en los cuadernos de votación confirman esta realidad innegable.

La pregunta que persiste es si las restantes Actas, unas 15.000 más, pudieron ser objeto de manipulación. La respuesta es clara y contundente: cualquier acta forjada sería fácilmente detectable al ser comparada con los comprobantes depositados en las cajas de resguardo y con los registros en los cuadernos de votación. La base de datos de huellas digitales garantiza el principio fundamental de un elector, un voto.

En conclusión, la posibilidad de que un Acta de máquina de votación sea manipulada se enfrenta a una serie de obstáculos casi insalvables. Para que ello ocurriera, sería necesaria una complicidad interna dentro del CNE o una tecnología capaz de replicar los elementos únicos de seguridad. Sin embargo, incluso en ese escenario hipotético, el sistema de comprobantes y cuadernos de votación actuaría como un contrapeso eficaz. El azar, esa fuerza caprichosa e impredecible, jugaría su papel en esta intrincada danza electoral.

Así, nos encontramos ante un sistema electoral que, a pesar de las sombras que a veces lo rodean, se sostiene sobre pilares robustos. La inviolabilidad del voto no es solo una aspiración; es una realidad tangible que se debe manifestar en cada elección. En tiempos donde la verdad parece ser un bien escaso, la certeza del sufragio se erige como un faro que ilumina el camino hacia la democracia auténtica.