“¿Quién vigilará a los vigilantes?”, preguntaba el poeta romano Juvenal en el siglo I d.C. La naturaleza lleva mucho tiempo respondiendo a esa misma pregunta. El cuerpo humano contiene proteínas diseñadas para protegernos de los tumores cancerosos. Como la mayoría de las proteínas, para hacer su trabajo correctamente, estos “guardianes” tienen que plegarse en una estructura tridimensional específica, y a menudo necesitan una “mano amiga” para hacerlo.
Dra. Rina Rosenzweig – Inst. Weizmann de Ciencias
Por lo tanto, quienes protegen a estos guardianes son las llamadas “proteínas chaperonas”, moléculas que garantizan que las proteínas se plieguen correctamente para que puedan funcionar como se supone que deben hacerlo.
En ocasiones, las mutaciones genéticas en las proteínas guardianas pueden convertirlas de inhibidoras en promotoras del cáncer. Incapaces de discernir el cambio, las “chaperonas” que las protegen, lamentablemente, les brindan la misma asistencia que a las proteínas normales.
En un nuevo estudio, la Dra. Rina Rosenzweig del Departamento de Biología Química y Estructural y su equipo de investigación del Instituto de Ciencias Weizmann han descubierto un mecanismo por el cual las “chaperonas” protegen una proteína con una mutación cancerosa. Sus hallazgos, publicados en Molecular Cell, podrían allanar el camino para el desarrollo de nuevos tratamientos específicos contra el cáncer.
Una de las familias de “chaperonas” más comunes es la denominada familia de proteínas de dominio J (JDP). En las últimas décadas, los investigadores han descubierto que tiene alrededor de 50 representantes diferentes en el cuerpo humano. Entre sus funciones está la de identificar proteínas que no se han plegado correctamente o cuya estructura se ha desintegrado, y enviarlas para que se replieguen con la ayuda de otras “chaperonas”. Entre otras tareas, los miembros de la familia JDP ayudan en el plegamiento de la proteína p53, conocida como la “guardiana del genoma”.
En su forma habitual, este gen guardián inhibe el crecimiento canceroso, pero pequeños cambios genéticos que sustituyen a uno de sus aminoácidos constituyentes pueden hacer que promueva el cáncer. Estudios anteriores habían demostrado que los guardianes del gen guardián, es decir, las “chaperonas”, proporcionan protección no solo al p53 que funciona correctamente, sino también a su versión cancerosa.
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