“El presidente electo es Edmundo González Urrutia”, clamó María Corina Machado ante su país y ante el mundo. Y lo hizo a sabiendas de que enfrentaba un reto mayúsculo: demostrarles a ambos, a Venezuela y al centenar de países que han acogido a sus compatriotas, la histórica victoria electoral del 28J con las copias de las actas en las manos.
Por Daniel Lozano | EL MUNDO
Y así fue lo que sucedió, como si se tratara de una especie de segunda vuelta electoral para confirmar la paliza en las urnas, una segunda vuelta ciudadana que nada tiene que ver con lo planteado por los presidentes Lula da Silva y Gustavo Petro para no enfadar en demasía a su aliado Nicolás Maduro. El grito venezolano recorrió al menos 300 ciudades de todo el planeta con sus propias gargantas, alcanzando una dimensión global sin precedentes y con Madrid convertida en una segunda capital para Venezuela.
Fue otra vez el día de los héroes anónimos, como esa chica que se plantó en soledad, resguardada sólo con su bandera, para gritar a los ciudadanos chinos de Dalian que el verdadero sueño de la inmensa diáspora venezolana (8,9 millones) es regresar a su tierra, con sus familias y no sobrevivir en las ciudades de uno de los grandes aliados del régimen.
O ese grupo de vecinos que armó un tanque de cartón en Valencia, a tres horas de Caracas, para “dispararle” a militares y policías una salva de principios: valor, reconciliación, luz… El valor de las mujeres, que lideran el movimiento de liberación nacional que vive Venezuela, como las dos que se plantaron con sus cuerpos diminutos frente a los gorilas, más de 100 kilos de peso, que dirigen los operativos de la Guardia Nacional.
María Corina Machado, quien las dirige a todas ellas, apareció de repente, resguardada con una chaqueta negra con capucha, en medio de una nube de motoristas, que la protegen cuando llega el momento. La líder opositora se subió ágilmente en el Edmundomóvil dispuesta a desafiar una vez más al todopoderoso chavismo, al que ha derrotado políticamente una y otra vez durante el último año. Allí la abrazaron Delsa Solórzano y otros dirigentes, como César Pérez Vivas o Alfredo Ramos, aunque faltaba Piero Maroún, el último detenido del comando principal de la Plataforma Unitaria, que en los últimos días ha perdido a Freddy Superlano y Williams Dávila.
Biagio Pilieri y Juan Pablo Guanipa también irrumpieron desde las entrañas de la manifestación. Todos ellos, como Machado, están a resguardo de la furia bolivariana, como define Maduro a su receta contra la oposición democrática.
Los dirigentes opositores se movieron con agilidad en las horas previas a la marcha en una capital sitiada por militares y policías, más de 6.000 desplegados sobre todo en torno a los barrios más populares y humildes. El cerco contra Petare, la mayor favela de América Latina que votó masivamente contra la revolución y que se echó a la calle para reclamar la victoria, tiene tanto de control como de venganza.
María Corina compareció en vaqueros, con su habitual camisa larga de manga larga y un par de rosarios sobre el pecho, de los más de 5.000 que le han ido regalando durante sus recorridos por la Venezuela profunda. Por fortuna, así lo confesó en las últimas horas, la líder opositora había trasladado semejante colección antes de que paramilitares chavistas asaltaran de madrugada su oficina caraqueña. Cada uno de ellos va acompañado de un papelito con el nombre de quien se lo entregó y el lugar. En la actual Venezuela asediada, a la que el chavismo ha aplicado el terrorismo de Estado (así definido por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos) para atornillarse en el poder con la fuerza bruta, hubiera sido peligroso para todos ellos.
Dotada de una energía positiva que parece no extinguirse, María Corina recorrió una a una las grandes noticias de la semana para la sociedad venezolana, empezando por el informe preliminar del Panel de Expertos de Naciones Unidas: “Confirmaron que los reportes del Consejo Nacional Electoral no son creíbles y que los nuestros son auténticos”.
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