Francisco Santos: Esperar, actuar y rezar

Francisco Santos: Esperar, actuar y rezar

 

 





 

Tengo que ser sincero, el tema de Venezuela no me deja dormir. Paso de la desesperanza a la esperanza o de la rabia a la emoción. Tanto está en juego en ese país para la libertad de esos 30 millones de venezolanos como para el resto de Latinoamérica –en especial los 50 millones de colombianos que vivimos al lado– que todos los días me levanto a averiguar dentro de ese país como afuera qué está pasando y qué puede pasar.

Empecemos por la situación internacional. Queda claro que Brasil y Colombia buscan ganar tiempo para decidir lo que finalmente van a tener que hacer. Esa propuesta loca de otras elecciones y de cogobierno o cohabitación, que María Corina claramente descartó al contestarle a Lula, tiene algo más de fondo. Primero, el rabo de paja de Lula, quien se enriqueció actuando de intermediario para recuperar los recursos de los empresarios brasileños que perdían plata en Venezuela, algo muy similar, pero en proporciones mucho mayores, a lo que hizo Piedad Córdoba con empresarios colombianos. No me cabe la menor duda de que Nicolás Maduro echa al agua a Lula si necesita presionarlo, pero lo cierto es que Brasil no puede quedar aislado en el continente y en el mundo.

Colombia está en otro juego. El canciller, Gilberto Murillo, se juega su futuro político en esta crisis. Murillo quiere ser presidente de Colombia y si su gran legado es consolidar el narcorrégimen de Maduro en Venezuela su chance queda en cero. ¿El problema? Su jefe, Gustavo Petro, tiene gran afinidad política con Maduro, y sus lazos con el narcotráfico en Colombia, que se benefician del narcorrégimen en Venezuela, le limitan el margen de maniobra. Al igual que Lula en Brasil, Petro tampoco puede quedar aislado, pues hoy ya hay un bloque de defensa de la democracia en el continente y quedar por fuera los alinea sin opción con China, Rusia, Irán y otros regímenes autoritarios.

México actúa como vocero de Cuba, primero, y, segundo, el peso del narcotráfico en ese país y su alianza con Morena hacen que el presidente Andrés Manuel López Obrador tenga escasa posibilidad de tener otra posición distinta a la de defender al jefe del narcorrégimen venezolano, Maduro. La captura del líder del cartel de Sinaloa, Armando ‘el Mayo’ Zambada, puede hacer cambiar esta última posición y ‘facilitar’ el cambio de actitud de Amlo y de México. La llegada de la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, en dos meses puede ser una oportunidad con la que México juegue un papel distinto al del predecible y nefasto líder mexicano. No hay que hacerse muchas ilusiones al respecto si no vienen acompañadas de una presión producto de revelaciones contundentes, que las hay, sobre la relación de Morena y Amlo con el narcotráfico.

Estados Unidos, luego de la salida de Juan González del NSC, ha jugado más o menos bien, ha sido claro sobre el fraude y ha dejado operar a Brasil, México y Colombia antes de tomar decisiones respecto a Maduro. Lo que se viene va a ser duro, a pesar del lobby en contra de petroleros, empresarios venezolanos y alacranes con apoyo de Noruega y de Juan Manuel Santos (elecciones libres en 2030 era su mensaje), pero con la correcta justificación política y diplomática. Claro que de Estados Unidos –como decía el líder inglés Winston Churchill– siempre se espera “que haga lo correcto después de tratar todas las otras alternativas” y aún no sabemos si ya hacen lo que toca o todavía no, pero parece ser que sí, aunque en elecciones todo se puede esperar.

Mientras tanto, en Venezuela hay un pulso entre el miedo, que es a lo único que se aferran Maduro y sus aliados en el narcorrégimen, y la presión producto de la deslegitimación que hoy viven. María Corina ha jugado de manera inteligente este último papel, que poco a poco se consolida a lo largo y ancho del mundo. Europa ya está ahí, Naciones Unidas también y gran parte de América Latina acompaña esa posición. ¿Es suficiente? Desafortunadamente, no.

El tema, al final, se resuelve en Venezuela, y Maduro ya no puede pensar en ganar semanas de tiempo, sino que vive el día a día. Los militares no están, y la represión la hacen unidades especiales, como la Digecim, y la Policía, que arresta y luego cobra para liberar a los arrestados. El miedo, sin duda, ha sido efectivo, pero la rabia crece y en cualquier momento el temor se desvanece y todo cambia.

Esto último es lo que todos los que amamos la libertad queremos que suceda, y a lo que yo le rezo todos los días, pero la espera que genera ese sentimiento de frustración ya no actúa en beneficio de Maduro. Es difícil de entender, pero la fragilidad y el aislamiento del régimen hoy en día solo aumenta con el paso del tiempo, en especial cuando se tiene en frente a esa gran jugadora de ajedrez político que es María Corina.

Por eso, también hay que rezar por la seguridad de esta gran mujer, que ha demostrado tener más cojones que Lula, Amlo y Petro juntos. Dios la bendiga y la Virgen la proteja. Amén.


Nota publicada originalmente en la REVISTA SEMANA el sábado 17 de agosto de 2024