Francisco Santos: Kamala, Trump y América Latina

Francisco Santos: Kamala, Trump y América Latina

 

Terminó la convención demócrata donde “beatificaron” a Kamala Harris. Impresionante el desbalance que se dio en los medios de comunicación estadounidenses frente al mismo evento de hace unas pocas semanas donde nominaron a Donald Trump como candidato del Partido Republicano. Lo que llaman “legacy media” acá en Estados Unidos que incluye, entre otros, al New York Times, el Washington Post y a NPR se desbocó en esa cobertura con un claro interés político que deja mucho que desear. “Kamalay los medios contra Trump”, me dijo un analista serio sobre lo que se ve venir en los próximos 73 días de campaña.





Por Francisco Santos / Semana

Este tema da para toda una columna. Sin embargo, es importante mirar a los dos candidatos desde la perspectiva de política exterior y su impacto en un mundo que hoy vive dos guerras y donde la nueva batalla geoestratégica entre las democracias y los regímenes autoritarios crece día a día y es una gran amenaza a Occidente. También es importante mirar qué podemos esperar en América Latina con uno y otro, aunque la verdad, fuera de la migración, la región no aparece en el radar de ninguno de los dos candidatos.

Muchos analistas dicen que un gobierno de Kamala sería, en política exterior, una continuidad de lo que hasta ahora ha sido el gobierno de Joe Biden en esta materia. En un país cada vez más aislacionista, con una ciudadanía que no quiere que se gasten recursos en Ucrania, la pregunta es si Kamala Harris tiene la profundidad intelectual e ideológica de defender los valores de Occidente ante una arremetida interna en ese sentido. Biden tenía décadas como senador a cargo de temas internacionales y entendía con claridad el papel de su país en la defensa de valores como la libertad y la democracia. Kamala, con apenas cuatro años de vicepresidenta, ¿la tiene clara? No lo sabemos.

Lo que sí sabemos es que la presión de la izquierda más radical de su partido va a llevar, si es presidenta, a que el apoyo a Israel sea cada vez más condicionado, y sin llegar al veto de la venta de armas a ese país –que es el objetivo de ese sector del partido– sí va a debilitar enormemente a la única democracia en el Medio Oriente. Un nuevo detente con Irán, como lo hizo Obama, no sería nada raro, lo que le daría a ese país más espacio para seguir creciendo en su campaña contra Israel, su apoyo a organizaciones terroristas como Hamás y Hezbolá y la consolidación como amenaza nuclear.

¿Y Latinoamérica? Ni idea, pero si sigue la política de Biden y de Obama, habrá Maduro para rato, la dictadura cubana tendrá un respiro y las democracias de la región enfrentarán en soledad esa disrupción brutal que viene de esos países con ayuda de China, Rusia e Irán y que aumenta cada segundo.

Donald Trump, con su trayectoria y lo que ha dicho, muestra para dónde iría una política exterior de Estados Unidos. Lo primero es que deja a Ucrania botada y les pasa la pelota a los europeos. Ya ellos se dieron cuenta de la necesidad de asumir la defensa del continente y los riesgos de premiar a Rusia por la invasión. ¿Trump aceptará que Putin gane? Es posible que, dada su relación personal, como él la llama, arregle un problema de corto plazo y genere mucho más riesgo a mediano plazo.

China tiene un ojo puesto en Ucrania para ver cómo maneja el tema de Taiwán, y si bien Trump es muy duro con China, entregar a Ucrania muestra una debilidad con efectos de gran calado en el resto del mundo. El apoyo irrestricto a Israel que se daría con Trump, y que es necesario, los chinos y los rusos lo ven más como un tema de política interna que el de una política exterior global. De todas maneras, la firmeza con China –y con Irán– es fundamental, y Trump ya mostró que en ambos casos la firmeza con los dos países es parte de una política.

Latinoamérica, con Trump, tendría un aliado de la democracia y la lucha contra el autoritarismo. ¿Será capaz de una campaña de desestabilización de Venezuela más allá de las sanciones? Con Trump es posible, pero con Kamala, sin duda, no. Cuba, que tuvo un gran respiro con Obama, con Trump enfrenta por lo menos una agresividad verbal que ojalá se volviera algo más concreto, como reducir las remesas que hoy le permiten al régimen sobrevivir o una ayuda de su amigo Elon Musk para darles señal abierta de comunicaciones a los habitantes de la isla para que vean cuánta mierda están comiendo.

Claro, una cosa es la campaña donde Kamala dice las cosas que tocan y Trump lo que cree. Otra cosa son los gobiernos donde las presiones, el lobby y los intereses políticos y económicos se imponen muchas veces. El caso de Chevron con Venezuela es un ejemplo de ello, pues logró que le levantaran las sanciones a su producción.

Vamos a ver en la campaña y en los debates cómo los dos candidatos se pronuncian sobre Ucrania, sobre Gaza, sobre China e incluso Rusia. Ojalá se pronunciaran sobre Venezuela; no nos hagamos esperanzas, pero eso sí, cuando los migrantes por millones comiencen a llegar a la frontera, nuestro trabajo es que no miren el síntoma sino la enfermedad.