La Vida de Nos: El eslabón perdido del #28Jul

La Vida de Nos: El eslabón perdido del #28Jul

La noche del domingo de las elecciones presidenciales en Venezuela, cientos de miles de personas vieron las actas de escrutinio que imprimieron las máquinas electorales. Y los testigos de la oposición no fueron los únicos que se quedaron con copias. Tres mujeres, dos testigos del partido oficialista y una jefa de comunidad, también de las filas chavistas, vencen el silencio y cuentan lo que vivieron.

Por lavidadenos.com





No falta quienes han sacado esta cuenta: si para las presidenciales del 28 de julio en Venezuela se habilitaron 30 mil 26 mesas de votación, en las que había, por cada una, un presidente, un operador del sistema integrado, un secretario, un miembro principal y testigos de los distintos partidos, quiere decir que hubo miles de personas que vieron y firmaron las actas de escrutinio. Esto sin contar a los funcionarios del Plan República, que debieron custodiar todo el material electoral.

Casi un mes después, el Consejo Nacional Electoral (CNE) no ha publicado los resultados mesa por mesa, ni hizo las auditorías previstas luego de las votaciones. A pocas horas de cerrar las mesas, proclamó a Nicolás Maduro como ganador, y esto fue convalidado por el Tribunal Supremo de Justicia en una sentencia de este jueves 22 de agosto, en la que trasluce que probablemente los venezolanos nunca podrán conocer de forma oficial los datos desagregados que respaldan ese triunfo. También abrió la puerta para que sean juzgados los responsables de la publicación de las actas recogidas por los testigos opositores, en un portal web donde puede verse que, con 25 mil 73 actas digitalizadas (83,5 por ciento), Edmundo González ganó con un holgado 67 por ciento a su favor.

Entre un resultado y otro hay un eslabón perdido: el de los testigos del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y sus partidos aliados, que también quedaron con copias de las actas en su poder.

¿Es el miedo lo que los ha callado? ¿Ha sido una orden recibida que no se atreven a desafiar? ¿Dudan ellos mismos de los resultados que anunció el CNE?

También: ¿con las actas de escrutinio que tienen o pasaron por sus manos pueden dar fe de que son las mismas que las recogidas y publicadas por la oposición?

Y también: en tanto ciudadanos como cualquier otro, y algunos con un trabajo social de base, ¿acaso no son testigos, ya no en las mesas sino en sus comunidades, del porqué no consiguieron los votos que esperaban?

A continuación, tres historias rescatan del silencio a dos mujeres testigos del partido oficialista y a una jefa de comunidad, también de sus filas.

Las llamaremos Karla, Daria y María Eugenia, y aquí están sus historias, que muy bien pueden representar a ese eslabón perdido del gran relato de estas elecciones presidenciales.

Soy chavista, pero no tramposa

Karla extiende el brazo y muestra un acta de escrutinio. Un acta de la elección presidencial del domingo 28 de julio.

Buscó con desespero entre las carpetas y los papeles acumulados sobre la mesa de la sala, en el apartamento donde vive en el litoral central. La había guardado con tanto esmero, que olvidó el lugar exacto donde la puso el lunes 29, tras cumplir con su papel como testigo electoral por el PSUV en un centro de votación en La Guaira.

—Este es el 5to proceso electoral en el que trabajo como testigo por el PSUV. Estoy inscrita como militante y soy vocera de la UBCh (Unidad de Batalla Bolívar Chávez) en mi zona —se presenta mientras extiende el acta como una bandera en busca de tregua.

Todo lo que ha logrado Karla tiene relación con su militancia político-partidista. Egresó de la Misión Ribas como bachiller, estudió luego en la Misión Sucre, pasó de vivir arrimada en un anexo a recibir el apartamento donde vive ahora, y trabaja desde hace una década en un organismo adscrito a un ministerio.

Creía que estas elecciones no iban a ser distintas a otras. Que iban a ganar y a celebrar. Que iban a recoger las actas y entregárselas al coordinador electoral parroquial. Que harían la auditoría y listo.

Pero nada fue así.

—Después del mediodía se convirtió en una jornada odiosa. Con una tensión rara. En mi centro ganó Nicolás Maduro por poco. Pero en La Guaira nos arropó la oposición. Los otros testigos del PSUV pasaban los números por el grupo de WhatsApp y eso era de no creer. Nos dieron una coñaza.

Y luego, el CNE anuncia en su 1er boletín que Maduro se impuso de manera “irreversible” con 51 por ciento de los votos.

No habían perdido. Habían ganado.

—¿Cómo ganamos? —se pregunta Karla—. Esto es de locos. ¿Si aquí en La Guaira siempre gana el chavismo y esta vez no fue así?

Y continúa haciéndose preguntas:

“¿Por qué, si ganamos, me siento tan triste?”.

“¿Por qué no hubo ni una lucecita o celebración?”.

“¿Por qué, si ganamos, borraron las evidencias del WhatsApp y nos prohibieron, a los testigos, hablar de la jornada electoral?”.

Se pregunta en voz alta al tiempo que extiende el acta de votación, intentando que desaparezcan, sin éxito, las arrugas y dobleces en el papel.

Karla cree que la crisis económica del país se debe a las sanciones internacionales y a la oposición. “Pero igual sé que de este lado se han equivocado bastante y por eso mucha gente no quería ni ir a votar. Llenar esa lista del 1×10 me costó Dios y su ayuda”, dice refiriéndose al cupo de votantes que el partido les exigía completar.

En las semanas previas a la elección, asistió a reuniones con la directiva regional del PSUV, donde les advirtieron de supuestos “planes desestabilizadores de la oposición”. Les dijeron que debían “estar pilas”, atentos, y cuidar los votos del presidente Maduro; que la oposición tenía un plan para que no cuadraran los votos, y que eso lo resolverían con las actas.

A eso de las 2:00 de la tarde del domingo de la elección, la coordinadora de su centro les dijo a todos que, “por órdenes de arriba”, solo iban a imprimir un chorizo, un acta por mesa. Que no habría acta para los testigos. Ella se opuso porque en el partido no le habían dicho eso. Y la coordinadora le recordó que ambas jugaban para el mismo equipo, que no se pusiera bruta.

—Pero no. Yo quería mi acta y que le dieran una al chamo de la oposición. Porque yo soy chavista, pero no tramposa. Nos dijeron que tener estas actas era lo más importante. Por eso me traje la de mi mesa y a estas alturas lo que me dijeron fue que, si quería, la botara. Cómo voy a estar contenta, si yo peleé por esa acta y nadie le ha parado bolas.

Tampoco le gustó que, aunque desde las 3:30 de la tarde ya no había electores en su centro, lo mantuvieran abierto casi hasta las 6:00. Ella recuerda todo de ese día. El proceso de conteo de votos empezó y el acta de su mesa la imprimieron a las 7:12. Los testigos de la oposición se negaban a marcharse hasta que fueran transmitidos los datos. El técnico de la máquina decía que la trasmisión estaba lenta y la gente afuera del centro comenzó a presionar. Luego de las 9:00 de la noche les dijeron que la transmisión de datos había concluido. Que todo se había transmitido bien. Y por el grupo de WhatsApp llegó la indicación de que se fueran a sus casas.

Eso hizo ella. Se acostó con dolor de cabeza, consciente de que habían perdido la elección. Y al despertarse vio todos los grupos de WhatsApp en los que está a reventar de mensajes diciendo que habían ganado.

—Pero nadie estaba feliz. Había muchos reclamos a los líderes de calle, a los empleados públicos…

Y la asalta otra pregunta:

“¿Si habíamos ganado, por qué nos reclamaban lealtad y hasta nos recordaban que no teníamos papeles de los apartamentos que nos habían dado?”.

—Yo pensé: esta gente le mete al bruto. Así los que de verdad no votaron por el PSUV nos van a agarrar más rabia. Es por eso que digo que es un triunfo con tristeza y decepción.

Karla buscó el acta de su mesa en el portal web donde la plataforma unitaria de la oposición dispuso todas las que recogieron sus testigos. Es idéntica a la que ella guarda.

Y otra vez una pregunta precedida de un si condicional:

“Si ellos montaron hasta el acta donde perdió su candidato y yo sé que es verdadera, porque yo la tengo aquí, ¿por qué voy a dudar y pensar que las otras que montaron son falsas?”.

Ya no sabe qué pensar, aunque hay algo que Karla dice tener claro: hay que respetar la voluntad de la gente, porque eso es vivir en democracia.

—Yo no quiero vivir en una dictadura, así sea militante del PSUV. Yo puedo ser del PSUV, pero no me parece que no se respeten los votos de quienes fueron a votar. Aquí saben que yo fui testigo y por eso mis vecinos me ven raro, como si hubiese hecho algo malo. Por eso, ya no quiero ni tener el acta en la casa, porque nadie del PSUV ha venido a pedirla. Si esto es una prueba de la trampa de la oposición, si de verdad se hizo el fulano hackeo, ¿por qué no buscan a quienes fuimos testigos para aclarar esto de una vez?

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