Concepto omnipresente en el pensamiento humano, sigue siendo de las ideas más complejas y debatidas de la civilización. Desde Sócrates hasta nuestros días, pensadores, filósofos, políticos e intelectuales intentan desentrañar su significado. Sin embargo, como todo lo fundamental, se presenta como entidad multifacética, susceptible de ser interpretada desde diversos ángulos: económico, político, social, moral y personal.
La libertad implica capacidad de elección, actuar según voluntad, sin coacción. Desde el punto de vista individual, es esencial para el desarrollo personal. Immanuel Kant, en su noción de autonomía, afirmaba que la libertad radica en la posibilidad de actuar de acuerdo con principios racionales propios, en lugar de seguir impulsos externos o deseos impuestos. Ser libre, es vivir conforme a la razón, no bajo el yugo de la irracionalidad o presión social.
No obstante, este elemento de libertad personal no es absoluta. Thomas Hobbes, señalaba en su obra Leviatán que, sin un sistema de leyes y reglas claras, la libertad sin límites se convierte en anarquía, una “guerra de todos contra todos”. La sociedad, en su visión, debe establecer términos para garantizar convivencia y seguridad. Aquí se encuentra el conflicto entre libertad y seguridad. ¿Hasta qué punto debe el individuo renunciar a su libertad para vivir en paz dentro de una comunidad?
Benjamín Franklin decía, “aquellos que renuncian a la libertad esencial para comprar un poco de seguridad temporal no merecen ni libertad ni seguridad”. La libertad es un bien preciado que no debe darse por sentado. Su significado es profundo, su valor incalculable y su preservación tarea constante. En ella, reside la dignidad, decoro y decencia del ser humano.
En el ámbito político, es el derecho ciudadano a autogobernarse y tener participación activa en la toma de decisiones que le afectan. La democracia moderna consagra este principio, reconociendo que una sociedad justa garantiza los derechos básicos, libertad de expresión, posibilidad de elegir y ser elegido, cambiar a sus gobernantes. Sin embargo, como advirtió el francés Alexis de Tocqueville, la democracia puede ser terreno fértil para la “tiranía de la mayoría”, donde el poder de las masas aplasta las libertades individuales. El desafío: ¿cómo equilibrar el poder colectivo con la protección de los derechos de las minorías y los disidentes?
La libertad, tiene dimensión social. En el ensayo de John Stuart Mill titulado: “Sobre la libertad” (1859), argumenta que cada persona tiene el derecho de hacer lo que desee, siempre y cuando no dañe a los demás. El límite es, por tanto, el perjuicio que pueda causar a otros. Respalda una sociedad donde la diversidad de opiniones y estilos de vida se respeten, defendiendo que la pluralidad es fundamental para el progreso social.
Hoy, enfrentamos un nuevo tipo de dilema. En un mundo globalizado, digitalizado, donde las fronteras entre lo público y lo privado se difuminan; la libertad está amenazada por fuerzas invisibles, que ejercen poder sobre la información y datos personales. El filósofo contemporáneo Byung-Chul Han, habla de una “sociedad del cansancio”, donde, creyendo ser libres, se someten voluntarios a las dinámicas de auto-explotación, atrapadas en una red de hiper-productividad y vigilancia. Bajo este paradigma, la libertad es ilusión, una servidumbre moderna disfrazada de autonomía.
La libertad está intrínsecamente ligada a la igualdad. No existe independencia en una sociedad donde impera la pobreza e injusticia. La libertad de unos pocos a costa de la opresión de muchos no es libertad, sino privilegio. Esto invita a reflexionar sobre la necesidad de políticas que no solo promuevan las libertades individuales, sino que también busquen cerrar la brecha económica y social que impiden a los ciudadanos disfrutar de una libertad plena.
Los movimientos de emancipación han nacido de la lucha por la libertad. Y, en todas, es la aspiración humana. ¿Es posible alcanzar libertad absoluta? Poco probable, porque estamos sujetos a límites de la convivencia social y a las imposiciones de la naturaleza humana. ¿Entonces, la búsqueda de la libertad es en vano? Al contrario, en esa pesquisa es donde reside el valor ético y político de la libertad; que no es un punto de llegada, sino un proceso. La libertad, no es un obsequio que se recibe para siempre, sino una conquista diaria que requiere esfuerzo, lealtad, compromiso y responsabilidad.
Un valor irrenunciable, no exento de contradicciones y desafíos, adeudo y compromiso; fuente de la dignidad humana, pero también espacio de conflicto. Ser libres implica no solo reclamar prerrogativas, también aceptar las limitaciones que impone la vida en sociedad y luchar por acceder a las mismas oportunidades. En su sentido más profundo, es la capacidad de realizar el potencial como seres humanos, y en armonía. Es la búsqueda constante donde reside su verdadero significado.
@ArmandoMartini