Al centro del juicio por violación más importante en Francia en décadas, Gisèle Pelicot ha ido surgiendo como un icono. “Admiro a esta mujer”, dijo una persona que acudió al tribunal a apoyarla.
Por Catherine Porter y Ségolène Le Stradic | Infobae.com
Cada mañana, cuando Gisèle Pelicot llega al tribunal, decenas de seguidoras, en su mayoría mujeres, ya la están esperando. Cada noche, cuando se va, se alinean a su alrededor y la aplauden y ovacionan.
Muchas la llaman “Gisèle”, como si la conocieran, aunque pocas la conocen personalmente. Se ven a sí mismas, a sus madres, a sus abuelas en su imagen elegante. Acuden al tribunal de la ciudad de Aviñón, en el sur de Francia, y esperan durante horas para apoyarla.
“No sé cómo lo hace, con esa dignidad”, dijo Catherine Armand, de 62 años, quien una mañana reciente llegó una hora y media antes del comienzo del juicio para ser la primera en la fila y conseguir un codiciado sitio en una sala del tribunal donde se retransmitía el juicio. “Admiro a esta mujer”, añadió. “Es excepcional”.
En las tres semanas transcurridas desde que comenzó el juicio por violación contra su exmarido y otros 50 acusados, Pelicot se ha convertido en una heroína feminista en Francia. Su rostro, enmarcado por su cabello rojizo con un corte de pelo estilo bob, al modo de Anna Wintour, y gafas de sol con tinte marrón, aparece en los noticieros nocturnos de televisión, en las portadas de periódicos, en los grafitis de paredes y en las pancartas de manifestantes de todo el país.
Activistas feministas y escritoras le han dedicado cartas abiertas que se han publicado en periódicos y que se han leído en la radio.
Elogian su valentía, su fuerza y su dignidad al enfrentarse a su terrible historia. También elogian su decisión poco usual de abrir las puertas de su infierno personal e insistir en que el juicio se haga público, cuando podría haberse desarrollado a puerta cerrada. Muchas víctimas sienten que habla por ellas.
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