En la Teoría clásica del Desarrollo –tan de moda durante las décadas posteriores a la finalización de la Segunda Guerra Mundial- la educación de calidad en todos sus niveles, se consideraba un factor clave para promover el ascenso social, el crecimiento económico sostenido y equitativo, y fomentar la convivencia pacífica, la inclusión social y la democracia. El Estado constituye un actor clave en todo este entramado.
Esa visión ha pasado a formar parte de las conquistas civilizatorias de la sociedad. Puede haber algún grado de debate acerca de la orientación de la enseñanza: si debe ser más técnica que humanística; si se subraya más la información que la formación; o si se incluyen determinados credos religiosos en el aula. Sin embargo, no se cuestiona el enorme peso de la educación dirigida a develar conocimientos, crear destrezas y habilidades, y propiciar la tolerancia y la harmonía dentro de un grupo humano.
En este contexto, la educación privada ha sido considerada como un complemento importante de la educación pública. Su valor y significado, en general, no se pone en discusión. Sin embargo, si alguna razón justifica la existencia del Estado y de los factores enlazados con él –como el cobro de impuestos- es que esa institución promueva la igualdad de oportunidades, la inclusión y la coexistencia a través de un sistema educativo eficaz.
Venezuela –luego de la muerte de Juan Vicente Gómez- con López Contreras, Medina Angarita y, especialmente, con el Pacto de Punto Fijo firmado después del derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez, entendió y asumió plenamente la educación como un proyecto de carácter nacional. Durante un largo período el país contó con un sistema de enseñanza público en primaria y secundaria con capacidad para atender a la mayoría de los niños y jóvenes en edad escolar. Cuando los sueldos de los maestros y profesores se rezagaban con respecto a las remuneraciones de otros sectores, los gremios docentes, particularmente la Federación Venezolana de Maestros, contaba con la suficiente fortaleza para presionar al Gobierno y corregir las diferencias salariales. La carrera docente era atractiva y con capacidad de retener en su planta a excelentes integrantes del magisterio. Lo mismo ocurría cuando los planteles educativos se deterioraban: el gremio podía demandarle al Estado, junto con la comunidad educativa, que refaccionase las instalaciones escolares. Los problemas y déficits, que sin duda existían, podían superarse gracias a la acción conjunta de la denuncia pública, la presión gremial y la acción de padres y representantes.
Este cuadro se ha modificado de forma drástica durante la última década. La educación pública, a pesar de la mística de los docentes, entró en una crisis que no ha hecho sino agravarse con el paso de los años. Los maestros y profesores emigran hacia el exterior o hacia otras actividades porque sus ingresos se han convertido en miserables y carecen de incentivos para mantenerse dentro sistema.
La situación económica de las familias más pobres es tan precaria que no les permite enviar sus hijos a la escuela. La ‘soluciones’ que se han instrumentado no logran ni siquiera atenuar las fallas: por ejemplo, el ‘horario mosaico’, que consiste en impartir solo unas cuantas horas de clase a la semana.
El resultado de este deterioro tan acentuado, apenas bosquejado en estas líneas, se traduce en que los niños y jóvenes no están aprendiendo ni siquiera las habilidades fundamentales como saber leer, escribir y realizar las operaciones matemáticas básicas, de forma correcta.
En el país se ha abierto una brecha que tiende a ensancharse entre la educación pública y la privada. Esta, en medio de un gigantesco esfuerzo y tesón, ha podido preservar altos niveles de calidad. Ha logrado atraer y retener a maestros y profesores a los que remunera con ingresos competitivos. Pero, ocurre que quienes cuentan con las posibilidades de acceder a ese tipo de enseñanza representan a un grupo muy reducido que, incluso, tiende a encogerse.
La educación, por lo tanto, no está sirviendo de vehículo para reducir las desigualdades sociales, y promover la integración y la convivencia social, sino para reproducir la brecha entre ricos y pobres y ampliar la pobreza. Todo lo contrario de lo que debe proponerse la democracia.
@trinomarquezc