Sentimos que en Venezuela y para los venezolanos ha sido un monumental problema nunca antes sospechado, condenándonos a sufrirlo desde la falta de libertades, la subalimentación, la desescolarización creciente, el deterioro de los servicios públicos, entre otras características. Tiene una profundidad enorme este gran trauma del siglo XXI que no guarda correspondencia con el modo de pensar y de hacer la política respecto al promedio de la dirigencia política. Son muy honrosas las excepciones de aquellos que tienen la experiencia suficiente y las ideas muy claras, pero una suerte de fiesta digital permanente los relega por fastidiosos. La política efervescente es la de las ligerezas, las de poses, las de redes sociales, las del eslogan, cuyos protagonistas se conciben a sí mismos como vedettes, superhéroes, estrellas irresistibles y amadas por la gente que siempre desean un selfie. La antipolítica como tentación y realización de los sectores que improvisan desde la oposición que obviamente poco o nada tiene que ver con lo estratégico, sino que se nutre de lo momentáneo, de los influencers que hasta cobran por una mención así sea incidental del aspirante a ser la figura política del año.
Esta efervescencia es directamente proporcional a la del oficialismo que en lo que va de esta centuria ha desarrollado la política como un espectáculo. Pero la diferencia está en que la actual dirección del Estado cuenta con sus mejores recursos materiales y simbólicos para sostener y reencauchar por largo tiempo ese espectáculo, aunque cada vez con menos público, versionándolo a través del monopolio de los medios públicos. Y a pesar de estos recursos, levantando demasiada espuma (en realidad, una amarga espuma), la tendencia de la ciudadanía ha sido la de acercarse a la política de verdad, seria, responsable y plural.
Hasta ahora, la solución que ha encontrado para frenar a aquellos dirigentes y partidos, que no salieron corriendo al llamado y nunca se atoraron en anunciarse como candidatos a gobernadores de la oposición, sino los que trabajaron con humildad por el triunfo el 28 de julio, es el de barrer con la política a través de una reforma masiva de las leyes electorales y una cayapa judicial a dirigentes y partidos que fueron despojados de sus insignias para colocar a mercenarios que siempre terminaran siendo sus aleados, so pretexto de su actualización constitucional, reconociendo a lo mejor que nunca lo intentaron siquiera cuando dominaron el parlamento o dictaron aquellas habilitantes legislativas de espaldas a lo que fue la voluntad del constituyente de 1999.
Para el venezolano estos 25 años no ha sido sencillo, por el contrario, ha sido un camino, de aciertos y errores, de confianza y desconfianza, de mucha confrontación y lleno de trabas, que nos han alejado del camino democrático, en gran parte por ese sensacionalismo que nos ha embaucado queriendo instaurar un modelo para sacarnos de nuestro gentilicio democrático y nos ha llevado a una descomposición social y política sin precedentes en este país. Pero esta en los que seguimos insistiendo en un genuino ejercicio de política, siendo el único camino a seguir para salir realmente de este atolladero que nos ha metido la antipolítica, y así persistir en un mejor país, donde realmente exista pleno derecho con respeto a las leyes y a las instituciones democráticas.
@freddyamarcano