El 20 de agosto de 1989, un doble asesinato sacudió la exclusiva comunidad de Beverly Hills. Los hermanos Lyle y Erik Menendez asesinaron brutalmente a sus padres, José Menéndez y Mary Louise “Kitty” Menéndez, en su propia mansión. La pareja recibió múltiples disparos con escopetas mientras descansaban en su sala de televisión. En un principio, se creyó que el crimen podía haber sido obra de algún intruso, pero rápidamente se reveló que los propios hijos de la pareja lo habían perpetrado.
Por Infobae
A lo largo de los juicios, los hermanos afirmaron que mataron a sus padres tras años de abusos físicos, emocionales y sexuales, pero la fiscalía sostuvo que lo hicieron por codicia, deseando hacerse con la millonaria herencia familiar.
Millones que se evaporaron
Cuando ocurrió el crimen, la fortuna de los Menéndez estaba valorada en aproximadamente 14,5 millones de dólares. Esta cuantiosa suma se dividía principalmente entre tres activos principales: la mansión de Beverly Hills, donde ocurrió el asesinato, valorada en 4,8 millones de dólares, una casa en Calabasas, California, tasada en 2,65 millones, y 330.000 acciones de la compañía Live Entertainment, donde José Menéndez era director ejecutivo, con un valor estimado de 6,58 millones de dólares.
A estos activos se sumaban algunos bienes menores, como joyas, muebles y un modesto departamento en Nueva Jersey. Durante los años previos al crimen, la familia Menéndez había disfrutado de un estilo de vida lujoso, sustentado por los ingresos que José Menéndez generaba en la industria del entretenimiento, lo que les permitió acumular una fortuna considerable.
Sin embargo, tras el asesinato y el arresto de los hermanos, este patrimonio comenzó a desmoronarse rápidamente. Los registros judiciales desclasificados en 1994 revelaron que la mayoría de la herencia se agotó debido a impuestos, honorarios legales y pérdidas por la depreciación de los activos.
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