Jesús Rafael era padre de tres hijos: un joven de 20 años y dos hijas de 17 y 7 años, de quienes también se hizo cargo su hijo mayor tras la detención de sus padres. Para llevar comida a su madre, el joven se apoya en su hermana, residente en El Callao. Tras el traslado de su padre, él se mudó a Carabobo. Así lo relató al equipo del Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP).
Al llegar al penal de Tocuyito, el hijo de Jesús recibió la noticia de que solo permitían el ingreso de mujeres. Aunque explicó que era el único familiar disponible, ya que sus hermanas eran menores de edad, nunca obtuvo una respuesta satisfactoria. Tampoco recibió llamadas para informarle sobre los días de visita, como sí ocurría con otros familiares.
Durante los tres meses que su padre estuvo en la cárcel, logró enviarle comida a través de personas autorizadas como apoyo familiar. Sin embargo, solo pudo comunicarse con él por teléfono en tres o cuatro ocasiones, aunque no recuerda con precisión. Lo que sí tiene muy presente es que las llamadas eran breves, pero suficientes para saber que su padre vivía una tortura dentro del penal.
“Mi papá era una persona sana, no padecía de nada. Allí lo castigaban solo por tener hambre. Si se quejaba, lo aislaban y amarraban. Si pedía hablar con la familia, lo golpeaban. A mi papá lo castigaron y lo mataron en la cárcel”, expresó el hijo de Jesús entre lágrimas.
Nadie del Ministerio de Servicio Penitenciario le informó que el cuerpo de su padre estaba en el Senamecf. Fue un rumor que se propagó fuera del penal y, más tarde, lo confirmó al verlo en redes sociales. Esa misma noche, el 13 de diciembre, se trasladó al lugar y reconoció el cadáver a través de una fotografía.
En dicha foto vio a su papá irreconocible: demacrado, con barba, extremadamente delgado, apenas una sombra de la persona que había sido al momento de su detención en El Callao. Observó que tenía el pómulo hinchado, con signos evidentes de un golpe. Insistió en que su padre era una persona sana antes de entrar en prisión.
Pasada la medianoche, acudió al penal de Tocuyito en busca de respuestas y para solicitar el documento necesario para reclamar el cadáver. Sin embargo, las autoridades negaron que algún preso hubiera fallecido en el lugar. “¿Lo que vi allá qué era? ¿Qué fue lo que me mostraron? ¿Un muñeco, algo falso? Ese era mi papá, lo que yo vi allí. Los datos que tomaron para el acta de defunción no son falsos”, expresó el joven en un video enviado al Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP).
“No quiero que mi mamá muera”
El joven también relató al equipo de OVP, que su madre, siendo inocente, continúa detenida en un calabozo policial en el estado Bolívar. Asegura no saber cómo darle esta trágica noticia: “¿Cómo le digo a una mujer que ha amado a ese hombre toda su vida?”. La pareja compartió más de 20 años juntos y jamás habían estado separados.
“Hoy me llevo a mi papá muerto, pero no quiero que mi madre me la entreguen igual”, expresó entre lágrimas. Clamó por la liberación de su madre, para que pueda acompañarlos a darle el último adiós a su esposo.
Jesús Rafael Álvarez es el segundo detenido relacionado con el contexto de manifestaciones poselectorales que fallece bajo custodia del régimen venezolano. Su muerte no es un hecho aislado, refleja el trato inhumano que se da a los presos en Venezuela y evidencia la falta de garantías para preservar la vida y la integridad de las personas bajo custodia del Estado.
Ni los familiares de Jesús Rafael han recibido explicaciones sobre las causas de su muerte, ni los periodistas de la región han podido obtener información al respecto. La política de opacidad y encubrimiento en los centros penitenciarios continúa.