Habla de espalda a la cámara, esconde su pelo canoso dentro de un gorro tejido y cubre sus hombros para evitar dejar al descubierto algún rasgo por el que pueda ser identificada. No teme por su suerte, pero le angustia que sus palabras puedan perjudicar a sus tres hijos que se encuentran entre los miles de encarcelados en Venezuela, señalados de terrorismo e instigación al odio por el gobierno de Nicolás Maduro, tras la cuestionada elección presidencial del pasado 28 de julio.
Por: VOA
“Es un daño demasiado grande el que se le ha hecho a la familia venezolana por pensar distinto”, dijo a la Voz de América esta mujer entrada en sus 60 años, a la que llamaremos Viviana para proteger su identidad.
Viviana fue coordinadora de logística en un centro de votación del comando de campaña del excandidato opositor Edmundo González, ubicado en una zona pobre en el interior del país.
Incluso, resguardó copias de las actas electorales con las que la oposición refuta el resultado anunciado por el oficialista Consejo Nacional Electoral (CNE), que dio el triunfo a Maduro.
“No nos querían entregar las actas y te imaginarás a todo el gentío que llamé. La gente se aglomeró a las afueras del colegio exigiendo las actas”, recordó.
La oposición, que publicó en una página web copias de las actas, denunció fraude y atribuyó la victoria a González, que actualmente se encuentra en un exilio “forzado” en España.
“Me pregunto muchas veces: ¿por qué no (me llevaron) a mí, por qué a mis hijos?”, cuestionó Viviana, para luego responder ella misma su pregunta: “yo pienso que fue como una venganza contra mí, porque la política de la casa soy yo”.
Un día después de los comicios, una de sus hijas salió a protestar por la reelección de Maduro. Los dos varones se quedaron en casa. Uno preparaba una sopa, el otro dormía, describió. A los días, los tres fueron detenidos.
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