Los Pérez Noroño: más de 50 años y cuatro generaciones creando artesanías en La Vela

Los Pérez Noroño: más de 50 años y cuatro generaciones creando artesanías en La Vela

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El primer paisaje que se ve al llegar a la población de La Vela, municipio Colina en el estado Falcón al occidente de Venezuela, son las infinitas artesanías que se muestran a orillas de la carretera nacional Morón-Coro; principalmente hechas de madera, brillosas y nuevas, que invitan a cualquiera a revivir su infancia o a recordar a ese ser que espera en casa y llevarle un obsequio.

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La tradición que ha sumado a muchas familias de La Vela no es nueva, tiene más de 50 años, aunque no hay una fecha fija, se sabe que por los años 60-70 se fueron sumando familias al arte de tejer con ramas y hojas; y de fabricar y pintar la madera.

Los Pérez Noroño están en el arte desde los años 69 cuando fundaron “Artesanías Veleña”, una tradición que empezaron los patriarcas y ya lleva la cuarta generación. El patio de su casa es un taller de madera que con los años han ido modernizando con máquinas de corte, lijado y calado para tener mejores acabados.

Henry Antonio Noroño tiene actualmente 65 años y es la cabeza del taller que asegura ha visto crecer, mantenerse, intentar desaparecer, pero nunca ha muerto. Con la diáspora de sus hermanos e hijos, le tocó contratar gente de la comunidad y enseñarlos a crear arte con madera.

Henry recuerda que sus hermanos tejían cestas, con palmas, hojas secas y todo lo que conseguían en sus alrededores; sin embargo ésta tradición no está tan vigente y por ello pocos tejidos se consiguen en la zona. Primero, con la mudanza de más familias que fueron poblando La Vela, fueron desapareciendo las palmas que servían para tejer; luego fueron llegando los años de migración que para la familia Pérez Noroño no pasó desapercibida.

Henry recuerda que comenzó a trabajar la madera junto a sus padres para amueblar la casa, porque eran muchos hermanos. Buscaban retazos en las zonas o palos secos y con ello iban dando forma hasta crear principalmente camas, sillas, mesas y muebles. A ellos se iban sumando los hermanos que tejían y juntos creaban piezas hermosas de las que poco a poco se dieron cuenta que podían vender.

Anteriormente vivían en una casa bastante pequeña, luego compró la que tiene en la orilla de la carretera, mismo lugar donde fundaron la primera venta de artesanías. “Con los años salían nuevos tejidos y nuevas formas de sillas. Se cortaba la madera que aparecía y así salían piezas únicas que vendemos en plena avenida. Tenemos clientes de muchos años y de otros estados que nos llaman para hacerles sus piezas”.

Falta de materia prima

Luego que se fueron sumando más artesanos, les ha tocado buscar la madera en otras zonas. “Hay gente que corta árboles y me llama para que los busque, pero es un problema con la guardia porque hay que sacar permisos para cortar árboles. También para cortar la madera hay que tener cuidado, no se puede hacer en luna creciente porque le salen cocos y uno pierde la pieza”, dice.

Han trabajado con todo tipo de madera que les llega o que pueden comprar. “No es rentable trabajar la madera de ferretería, la procesada. Primero, deja de ser un trabajo artesanal y segundo es más costoso. La madera en esas tiendas es cara, muchas veces el cliente quiere un tipo de madera específico y si no hay reciclada, tiene que comprarla y sale bastante caro”.

La pandemia y sobrevivir

La búsqueda de madera para trabajar ha sido de años y no se ha hecho un plan para que los artesanos aprovechen la madera que se pierde en los bosques; pero a ellos se sumó la llegada de la pandemia, sin ventas, con la materia prima por el piso por falta de transporte.

“Pasamos de vender varias piezas a ninguna. La gente no compraba porque no había plata, el que tenía trabajo tenía que aprovechar para comer y pagar lo esencial. Afortunadamente siempre llegaba cualquier trabajito que mantenía operativa la producción”.

Henry es un hombre que creció viendo cómo se trabajaba la madera y que hizo de su amor por ella, su trabajo para criar a su familia y llevar los conocimientos de generación en generación, aunque no ha sido fácil mantener a flote un negocio que no es de alimentos o de productos de primera necesidad, lo ha logrado y lo celebra.

Recuerda que también le tocó hacer su propio barniz con la escasez que hubo en el año 2017-2018 y que aunque ya se consigue en el mercado, es bastante costoso y es imposible que un artesano lo use para sus productos.

“De usar materiales muy caros, la pieza se hace muy costosa y no se vende. Desde esa escasez yo mismo hago mi barniz con varios productos como anime reciclado, gasoil, aceite y otras cosas. Lo voy preparando y lo pongo a reposar por días, así voy teniendo un poco almacenado”.

Henry sonríe al recordar que no hace una sola pieza, porque cuando un cliente le pide algo y lo tiene listo, pero no lo han ido a buscar, siempre aparece alguien que se enamora de la pieza, es entonces cuando saca la segunda y la vende.

Actualmente la diversidad de piezas en madera supera las 20 piezas, entre camas de diferentes tamaños y estilos, escritorios, clóset, juegos de comedor y sala, caballitos de madera, mostradores, sillas, mecedoras, juegos didácticos, entre otros.

Henry es también restaurador, entre tantas participaciones en la historia de Falcón, ha estado en la restauración de la Casa de las 100 ventanas que forma parte del Centro Histórico de Coro, patrimonio de la humanidad por la UNESCO, y la iglesia de Cumarebito que también forma parte de la historia de Falcón.

Para Henry lo más importante de su negocio familiar es que las generaciones aprendan el arte de trabajar con madera para que la historia no se pierda y se mantenga con el tiempo; aunque esto implique adecuarse a los nuevos tiempos, a la escasez, a las pandemias y buscar alternativas a los altos costos, ya que la vida de un artesano es trabajar con lo que tiene en la mano, usar la creatividad y crear piezas únicas que le den autenticidad e historia a su pueblo.