El presidente y el dictador: Edmundo González se debe posesionar, pero Nicolás Maduro pretende atornillarse

El presidente y el dictador: Edmundo González se debe posesionar, pero Nicolás Maduro pretende atornillarse

Foto: SEMANA

 

 

El día D finalmente llegó. El 10 de enero, dos horas antes de lo previsto y bajo estrictas medidas de seguridad, apareció en el Palacio Federal Legislativo venezolano, a las 9:30 a. m., Nicolás Maduro, de la mano de Cilia Flores, para tomar posesión como presidente por tercera vez. El tirano que ha sumido a Venezuela en una cleptocracia, que tiene a su pueblo sufriendo de la pobreza y la represión, parecía haber ganado. Al menos por ahora.

Por SEMANA

Rodeado de funcionarios de seguridad de Casa Militar y demás organismos castrenses, se paseó campante por el patio central e ingresó al Salón Elíptico para ser juramentado como presidente reelecto para el periodo 2025-2031. El acto siempre se había realizado en el Salón de Sesiones de la Asamblea Nacional, contiguo al Elíptico, y donde la capacidad es mucho menor, a tal punto que solo pudieron asistir unos 100 diputados de los más de 500 que cumplen funciones legislativas.

Maduro quiso borrar así, con descaro y rapidez, el complejo panorama que vive hoy Venezuela. El país navega en dos aguas. Por un lado, está la lucha legítima de los ganadores de las elecciones, Edmundo González y María Corina Machado, por asumir el poder que por derecho les pertenece y volver realidad así el sueño de millones de sus compatriotas para que su país regrese a su curso. González es hoy el presidente electo, reconocido por los principales Gobiernos democráticos, con Estados Unidos a la cabeza. Un hombre que ha sido recibido en el exterior como un héroe.

Mientras tanto, Nicolás Maduro es un dictador que está en Miraflores tras el robo consumado de las elecciones del pasado 28 de julio y que está en la mira del mundo, comenzando por la Corte Penal Internacional, que en cualquier momento podría emitir una orden de arresto contra él y su sainete. En casa se coronó como un rey, pero en el extranjero no podría ni siquiera poner un pie, pues pesan contra él enormes condenas y sanciones.

En casa se coronó como un rey, pero en el extranjero no podría ni siquiera poner un pie, pues pesan contra él enormes condenas y sanciones. Foto: AP

 

En los alrededores del evento, cientos de seguidores del chavismo, empleados públicos, funcionarios de los diferentes organismos gubernamentales y motorizados fueron trasladados a Caracas desde los distintos estados del país para hacer efectiva esa juramentación. Incluso, días antes muchos esperaban en vigilia y campamentos instalados por mandato del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

“Yo juro con Maduro”, fue la frase icónica que usaron para que los simpatizantes del Gobierno acompañaran a los dirigentes políticos por el centro de Caracas hacia la sede de la Asamblea Nacional.

“Estamos aquí desde el miércoles en nuestro campamento. Todos somos Maduro y estamos apoyando a nuestro presidente obrero. No hay yanquis que puedan con este pueblo luchador y decidido a enfrentar los obstáculos que se nos presenten”, soltó con euforia y convicción Armando Pérez, un trabajador del campo residente del estado Yaracuy, ubicado en el centro occidente del país, y que se acomodó a escasos metros de la sede legislativa con un grupo de al menos 30 compañeros de la misma región.

A su lado gritaba una mujer representante de la juventud chavista, y quien se presentó como jueza de paz, de esas que fueron recientemente electas en diciembre pasado, alegando que “somos leales a nuestro presidente y estaremos en el escenario que sea para defenderlo. Que no le quede la menor duda de que este pueblo chavista seguirá en pie de lucha. A la Sayona (refiriéndose a María Corina Machado) debe darle pena por cada show que hace y siempre queda mal”.

Esa celebración colectiva fue amenizada por un concierto musical en pleno centro de Caracas, donde el chavismo instaló una tarima gigante para darles paso a artistas nacionales e internacionales. Quienes soportaron hasta el final de la faena y destacaron la alegría que, según ellos, reina en un país con severas dificultades económicas, donde el sueldo mínimo no supera los 4 dólares mensuales.

Edmundo González es hoy el presidente electo, reconocido por los principales Gobiernos democráticos, con Estados Unidos a la cabeza. Foto: AFP

 

Maduro sabe también que el pueblo de Venezuela ya no le pertenece. Y, por eso, la militarización de la ciudad, desde el 17 de diciembre pasado, ha sido clave para garantizar la seguridad y eliminar la sombra de Edmundo González, quien, con actas electorales en mano, demostró de manera tajante que él fue el ganador de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024, con el 70 por ciento de los votos, y debía tomar posesión del cargo. Todo esto en contra del Consejo Nacional Electoral (CNE), que hasta la fecha no ha publicado los resultados disgregados y tampoco ha demostrado la victoria de Nicolás Maduro. Pero lo proclamó y al final lo juramentó.

El 10 de enero despertó ansiedad y expectativas en una mayoría ciudadana que eligió como su nuevo presidente a Edmundo González con más de 7 millones de votos, frente a los 3 millones y medio que contabilizó el régimen a su favor. Maduro se autoproclamó, pero Venezuela ya no es enteramente suya.

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