“La bombona vacía me recuerda la pobreza que estoy viviendo”: el drama de una docente en Barinas

“La bombona vacía me recuerda la pobreza que estoy viviendo”: el drama de una docente en Barinas

 

“Yo quiero conversar contigo, pero nada de fotos y tampoco pongas mi nombre”, fueron las condiciones que puso una mujer que reside en el barrio Corralitos de la parroquia Ramón Ignacio Méndez, municipio Barinas, a lapatilla.com para contar el calvario que sufre junto a su familia y vecinos por la falta de gas.





Corresponsalía lapatilla.com

La dama que soñó con ser una buena maestra de primaria, ha tenido que ver frustrada su aspiración, que asegura “ya no se hace por vocación”.

Sus dotes de buena madre y esposa prevalecen para pensar “hasta dormida”, qué pasará mañana cuando sus hijos le pregunten: “¿Qué vamos a comer?”.

Ese drama está compuesto por dos factores: tener el alimento para una dieta balanceada o, por lo menos, sabrosa y saludable, y el gas para cocinar.

“Aquí ya no se come sabroso, se come por necesidad”, soltó con un nudo en la garganta y visiblemente cansada de haber trajinado con la bombona de gas para ver si lograba recargarla justamente el Día del Maestro.

“Si fuera un país sin tanta crisis, como era antes, yo tenía que haber planificado una celebración en casa o con compañeras de la escuela, pero aquí no hay lugar para bonche”.

A las 3:00 de la madrugada del miércoles 15 de enero, esta noble mujer comenzó su recorrido con la bombona de gas, pero no alcanzó el objetivo de recargarla.

“Me monté la bombona en las piernas, en el puesto de parrillera de la moto de mi esposo. Pensamos en ir a Barinesa de Gas donde el fin de semana recargaron, pero allí cuesta 5 dólares ese servicio, porque es una empresa privada”.

Habiendo descartado el primer plan por falta de dinero, la mujer y su esposo se dirigieron al siguiente objetivo: la planta de llenado Pedro Pérez Delgado.

“Cuando llegamos, ya había gente apartando cupo en la cola, que no era muy larga, porque en esa planta priorizan a los discapacitados”.

Al amanecer, les indicaron que la recarga se debe pagar a través de una transferencia que realizan en un lugar cercano, donde tienen una computadora y cobran por el servicio.

“Finalmente no hicimos el pago, porque el muchacho que da información en la puerta de administración, nos dijo que él ni nadie se hacía responsable de la recarga, y teníamos que lidiar con eso en el otro portón”.

Desanimados por las condiciones desfavorables, la docente y ama de casa le propuso a su esposo regresar a su hogar en Corralitos, donde es más fácil encontrar unos trozos de madera y encender el fogón para cocinar.