Jesús Ollarves Irazábal: ¿Donald Trump está loco?

Jesús Ollarves Irazábal: ¿Donald Trump está loco?

Jesús Ollarves Irazábal

 

No es literal. La estrategia del «hombre loco» ha sido una herramienta política, utilizada por líderes de diversas latitudes para crear una sensación de amenaza por la imprevisibilidad de quien se reconoce y es reconocido como una persona capaz de todo y, sobre todo, con suficiente poder para hacer cualquier cosa.

Donald Trump, el 47º presidente de Estados Unidos, ha llevado esta estrategia a nuevas alturas. Su retórica incendiaria y su particular uso de las redes sociales no dejan de sorprender. Desde sus declaraciones sobre Corea del Norte hasta sus comentarios sobre la OTAN, Trump ha cultivado una imagen de líder errático que, a menudo, parece actuar sin filtro. Esta estrategia, aunque controvertida, ha resonado en una población que apoya la idea del “America first”.





El encontronazo que este 28 de febrero de 2025 tuvo Trump con el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, es el más reciente ejemplo de la aplicación de la estrategia del hombre loco. En el icónico espacio de poder que representa la Oficina Oval de la Casa Blanca, Trump, acompañado por el vicepresidente de Estados Unidos J.D. Vance, le dieron una inesperada reprimenda a Zelenski por la manera en que percibe el apoyo de Estados Unidos para afrontar la guerra con Rusia.

“Esto es excelente para televisión”, comentaba Trump, consciente de que el episodio se transmitió en tiempo real por los medios de comunicación. El “hombre loco» necesita llamar la atención y Trump  es un experto en la materia.

Algunos de sus predecesores en la Presidencia de Estados Unidos, como Lyndon B. Johnson y Richard Nixon, también recurrieron a la estrategia del hombre loco para obtener ventajas en términos de geopolítica, pero también en las guerras que se libran ante la opinión pública.

Lyndon B. Johnson, por ejemplo, fue un maestro de la «madman theory«. Durante la Guerra de Vietnam, Johnson hizo esfuerzos deliberados para proyectar una imagen de locura controlada, con el objetivo de hacer que sus adversarios en el extranjero, particularmente en el régimen comunista de Vietnam del Norte, se sintieran inseguros sobre sus reacciones. Esta táctica buscaba disuadir a otros de actuar de manera agresiva, bajo la premisa de que un líder que podría actuar de manera errática era más peligroso y, por lo tanto, más efectivo en la negociación.

Richard Nixon hizo algo similar. Su enfoque en la política exterior, especialmente con respecto a la Unión Soviética y China, a menudo incluía un componente de sorpresa y desestabilización. Al igual que Johnson, Nixon buscaba hacer que sus adversarios evaluaran cuidadosamente sus acciones, temiendo una respuesta impredecible que pudiera tener consecuencias drásticas.

Maquiavelo, en El Príncipe, enfatiza el pragmatismo político y sugiere que un líder impredecible puede utilizar la astucia y el miedo como herramientas para mantener el poder y desestabilizar a sus adversarios. La idea de que los fines justifican los medios se refleja en la noción de que la imprevisibilidad puede ser ventajosa en el juego político.

Por otro lado, Foucault examina el poder como una relación dinámica. Un líder que actúa de manera errática puede desafiar las normas sociales, creando incertidumbre y moldeando las percepciones de los demás. Para Foucault, esta imprevisibilidad no solo es una estrategia de control, sino también una forma de cuestionar lo que se considera normal en la política.

Sin embargo, el uso de la supuesta locura como táctica política no está exento de riesgos. Si bien puede ofrecer ventajas a corto plazo, también puede llevar a la desconfianza y el caos, tanto a nivel nacional como internacional. La imprevisibilidad de Trump ha generado tensiones con aliados tradicionales y ha desestabilizado las relaciones diplomáticas.

La conducta de Donald Trump hacia Volodimir Zelenski y Ucrania, en el contexto de la teoría del «hombre loco», plantea serias preocupaciones en el ámbito del derecho internacional. Al criticar públicamente a Zelenski y cuestionar su capacidad para manejar la guerra con Rusia, Trump socava la legitimidad del liderazgo ucraniano y, además, erosiona los principios de soberanía y respeto mutuo que sustentan las relaciones internacionales. Condicionar la ayuda militar a cambio de favores políticos refleja una manipulación de la asistencia internacional, contraviniendo los ideales de cooperación humanitaria.

Apelar a la locura, supuesta o real, puede debilitar la seguridad colectiva, y debilitar la administración de justicia por la comisión de crímenes de guerra. En un momento crítico para la estabilidad de Europa y la protección de los derechos humanos, la retórica y acciones de Trump resaltan la necesidad de un enfoque más responsable y comprometido en la política internacional

También es necesario reflexionar sobre cómo la estrategia del loco, encarnada por el hombre más poderoso del mundo se ha sofisticado desde la década de los 60 del siglo pasado hasta el presente.

Cabe preguntarse ¿hasta qué punto el costo de esta estrategia vale la pena? La política no es solo un juego de poder, sino también un reflejo de los valores de una nación. La historia nos enseña que la locura puede ser una espada de doble filo. El desafío será encontrar un equilibrio entre la fuerza y la razón en el liderazgo político.