
El crecimiento sostenido de la informalidad en muchas economías del mundo pone de manifiesto que esta forma de actividad económica se ha convertido en una respuesta social frente a las limitaciones del mercado laboral formal. Junto a ella, los nuevos emprendimientos emergen como una alternativa viable para mejorar los ingresos, la capacidad de consumo y, en muchos casos, la calidad de vida de quienes participan en estas iniciativas.
En los países donde el empleo formal es escaso, debido a economías estancadas o en recesión, la informalidad y los emprendimientos representan una vía real de subsistencia para millones de personas. Aunque no siempre permiten cubrir la totalidad de las necesidades básicas, sí representan una fuente significativa de ingresos para las familias. Se estima que en más de 100 países, estas formas de actividad económica han sido adoptadas como una de las principales soluciones frente a la falta de empleos estables, contribuyendo al crecimiento económico y al desarrollo social desde una perspectiva no convencional.
En el caso de Venezuela, más de 6 millones de personas se encuentran actualmente desempeñándose en el sector informal, con una fuerte presencia en los sectores comercio y servicios, donde superan el 50% del total. También se observa una participación superior al 30% en sectores como la construcción, el agro, la minería, la pesca y el turismo. En los últimos diez años, la informalidad ha experimentado un crecimiento acelerado, triplicando su volumen como consecuencia directa del estancamiento económico y la disminución de la oferta de empleo formal en sectores clave.
En paralelo, los nuevos emprendimientos han ganado terreno como una fuente importante de dinamismo económico. En los últimos siete años, se estima que unos 50 mil emprendimientos han sido iniciados en el país. Muchos de ellos han logrado mantenerse en el tiempo, consolidarse y, en algunos casos, transformarse en generadores de empleo formal. Esta tendencia evidencia una resiliencia social destacable y una capacidad creativa en contextos de alta dificultad económica.
Ante este panorama, la informalidad y el emprendimiento no solo deben verse como respuestas individuales a una crisis estructural, sino también como fenómenos sociales complejos que exigen atención desde las políticas públicas, el financiamiento accesible y la formación para el trabajo, con miras a generar oportunidades sostenibles y seguras.
Nota de prensa