
Ismael Antonio Vargas Gutiérrez, de 65 años, y su esposa Ana Teresa Sánchez Arias, de 73, se subieron el 2 de marzo a la lancha Piská Fresku Curacao con su nieta quinceañera Amaisa Guadalupe Palencia Vargas. Su objetivo: entrar de forma irregular a la isla de Curazao.
“Nosotros no sabíamos nada, incluso se quedaron sin carro porque vendieron la camioneta y siempre notábamos que mi papá agarraba para La Vela en cola, en carrito, pero desconocíamos a qué iba», confía Islania Vargas, hija del señor Ismael Antonio.
La familia reside en el sector Los Libertadores de Coro, municipio Miranda del estado Falcón. Sin embargo, la pareja de abuelos vivió varios años en Curazao -la hija no sabe precisar cuánto tiempo-, donde él se dedicaba a trabajos de albañilería y ella era ama de casa.
Los hijos cuentan que sus padres eran felices en la isla, pero la señora Ana decidió regresar hace año y medio porque se enfermó y prefirió atenderse en Venezuela, debido a que la medicina en Curazao es muy costosa. Posteriormente, en julio de 2024, regresó su esposo también por salud, tenía problemas con los riñones y necesitaba atención inmediata y seguir una dieta estricta.
Sin embargo, la situación que encontraron en Coro era muy diferente y ya no se sentían a gusto en su tierra. Extrañaban la isla y la vida que tenían, con estabilidad e ingresos suficientes para mantenerse, y hasta a sus amigos en Willemstad. Por esa razón, el señor Ismael Antonio comenzó a buscar un viaje clandestino para regresar por lancha.
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