
La invasión de Rusia a Ucrania ha reconfigurado alianzas militares y económicas en todo el mundo. Una de las más inquietantes es la colaboración entre Moscú y Teherán en el desarrollo y producción de drones kamikaze utilizados en ataques masivos sobre territorio ucraniano. Lejos de limitarse a un suministro puntual, el vínculo entre ambos gobiernos ha derivado en un esquema industrial y militar de gran escala. Así lo documenta el informe Sahara Thunder, elaborado por el Center for Advanced Defense Studies (C4ADS), una organización independiente con sede en Washington que rastrea redes ilícitas y conflictos armados a través de inteligencia de fuentes abiertas.
Por Infobae
El informe, firmado por el investigador Omar Al-Ghusbi, expone con detalle la estructura operativa, financiera y tecnológica de este programa conjunto. En él se describe cómo Irán no solo ha entregado drones listos para usar, sino que ha transferido la capacidad completa de producción a territorio ruso. El corazón de esta cooperación es la planta de la empresa JSC Alabuga, ubicada en la Zona Económica Especial de Tartaristán, donde se ensamblan localmente versiones del dron Shahed-136, rebautizado por Rusia como Geran-2.
Según C4ADS, el acuerdo de cooperación entre la empresa estatal iraní Sahara Thunder y Alabuga incluye la entrega de 6.000 kits de ensamblaje del Shahed-136. Cada kit contiene los componentes esenciales para armar un dron kamikaze de largo alcance: fuselaje, alas, sistemas de navegación, cabeza explosiva y motor. Pero el contrato va mucho más allá. Irán transfirió también manuales técnicos, planos de diseño, códigos fuente del software de vuelo, tecnología de lanzadores asistidos por cohetes y protocolos operativos para su uso en combate: “(El trato incluye) 300.000 horas de capacitación en Irán y 300.000 horas de capacitación en la Zona Económica Especial de Alabuga para ayudar a autóctonas a producir el S-136 allí”, afirma el informe.
Esta formación se distribuyó entre cursos dictados por ingenieros iraníes en Rusia y capacitaciones brindadas en Irán a personal ruso seleccionado. Según C4ADS, este volumen de horas sugiere un programa educativo y logístico comparable con el desarrollo de una industria aeronáutica nacional, no una simple operación de ventas de armamento.
El contrato, valuado en USD 1.750 millones, implicó el uso de mecanismos sofisticados para eludir sanciones internacionales. Una parte significativa del pago se realizó a través de entregas físicas de oro —por un monto aproximado de USD 104 millones— y mediante transacciones encubiertas que involucraron empresas ficticias registradas en Emiratos Árabes Unidos. Estas firmas actuaron como intermediarias financieras para evitar el uso de bancos internacionales sujetos a vigilancia occidental: “Sahara Thunder parece haber utilizado frecuentemente a los Emiratos Árabes Unidos para procesar pagos por sus actividades marítimas. Instituciones financieras como el Banco Nacional de Fujairah PSC y el Banco Islámico de los Emiratos habrían procesado cientos de miles de dólares en transacciones en nombre de Sahara Thunder y otras subsidiarias para cargos portuarios y operaciones de abastecimiento de combustible”, se menciona.
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