Familias rotas: la otra condena de los hijos migrantes venezolanos

Familias rotas: la otra condena de los hijos migrantes venezolanos

Cortesía

 

 

 





Las historias de dos niñas afectadas por esta fractura, una lactante migrante con una enfermedad crónica (de un año) y otra dejada atrás en Venezuela (de seis años), exponen el impacto de políticas que criminalizan la migración y vulneran múltiples derechos.

Por Connectas.org

Esta investigación es un nuevo capítulo de la serie #HijosMigrantes producido en alianza entre Historias que laten y TalCual en la que indagamos y narramos las historias de estas familias rotas.

Desde hace más de tres meses, Wilmary Arévalo no sabe nada de su esposo Keivis Vásquez, un joven barbero de 22 años oriundo de Falcón. La última vez que hablaron fue el 2 de marzo de este año, justo antes de que él se entregara voluntariamente al Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos para solicitar deportación voluntaria a Venezuela.

Pero nunca llegó a tal destino. Keivis fue enviado por las autoridades estadounidenses al Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) en El Salvador, acusado sin pruebas de pertenecer al Tren de Aragua, con el argumento de tener tatuajes.

Wilmary, una migrante venezolana de 19 años de edad, quedó sola con la hija de ambos en Canadá, una bebé que tiene un año y nueve meses llamada Kylie Wuillianny, quien padece diabetes insípida, enfermedad renal crónica que impide a su cuerpo retener líquidos.

Al tiempo que la niña depende de un tratamiento médico para sobrevivir, su padre está encarcelado en un centro de máxima seguridad creado para pandilleros de alta peligrosidad en un país que desconocen.

—Lo único que hizo Keivis fue luchar por nosotras —dice Wilmary.

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